sábado, 31 de mayo de 2008

Sin luz


Cuando el frío acecha, también lo hace la oscuridad. Por unas horas no hubo luz en mi casa gracias a la ineptitud de algún funcionario del Gobierno: hubo una avería en las líneas de media tensión, decía una voz femenina en el contestador automático que atiende en las oficinas de la compañía de luz ante situaciones semejantes. Si uno necesita descargar su ira porque se perdió el partido Independiente-Racing, Los Simpsons o simplemente no puede prender la estufa eléctrica, mejor que se acuerde de la madre de algún ministro porque los de la compañía no lo van a atender.

Sin embargo, el momento de los insultos suele pasar relativamente rápido para dejar lugar al momento del "qué hacer ahora que no hay luz". Y ahí es cuando se abre un abanico de posibilidades que todos los artefactos que la electricidad nos permite usar mantienen en la oscuridad. "Cuando se apaga el televisor, el Hombre se vuelve libre", dijo el escritor José Pablo Feinmann en su programa de filosofía del Canal Encuentro. Lejos de caer en extremismos anti-audiovisuales con los que no coincido, es evidente que la explosión tecnológica que vivimos desde los años '60 y '70 (la tecnología actual se debe, en gran parte, a inventos desarrollados en esos años) ha cambiado nuestra forma de ver el mundo o, por lo menos, de disfrutar el tiempo de ocio.

Algunos pensadores de las teorías críticas, como Habermas, decían que el sistema capitalista avanzó gradualmente sobre el ocio para imponerle la misma dinámica que el horario de la fábrica. Así, pasamos de ver a Mirtha Legrand de 13 a 15 para luego seguir con alguna novela hasta las 18, cuando sintonizamos "Patito Feo" o "Casi Ángeles", depende de qué lado estemos. Los horarios de la pantalla son una representación de la cadena de montaje. Súmese a eso la degradación de los contenidos: si se habla en los medios de algún tema serio, como la tragedia de Cromagnon o el conflicto con el campo, el rating baja estrepitosamente. Así lo confirmó el productor ejecutivo del noticiero vespertino de América en una conferencia sobre rigor periodístico en la UADE la semana pasada. A riesgo de caer en simplificaciones, me atrevo a preguntar qué es lo que importa más hoy: si se está a favor de la postura del Gobierno o de los ruralistas, ó quién debería ser eliminado del reality en boga. Esto no implica dejar de ver la tele, sino de verla críticamente. No todo puede ser "show", ni tampoco todo puede ser "serio" (lo que sea que esas dos palabritas signifiquen).

Visto el panorama que acabo de describir, la falta de luz no es necesariamente mala. Un buen libro, un paseo por alguna exposición de arte o una visita al cine ó teatro no vienen mal para escapar del silbato de fábrica que nos está quitando el ocio que, en definitiva, es el único momento que tiene el Ser Humano para encontrarse consigo mismo y recuperar el equilibrio perdido.

viernes, 23 de mayo de 2008

"Factor H: Williams Hnos S.A", por un neófito

Foto: Celcit


Los viernes a la noche, en un teatro sobre la calle Moreno, los actores deciden convertirse en hermanos. Durante una hora, esos seres de carne y hueso se mezclan con fantasmas de un pasado en común que los une y separa. Herencias dilapidadas, celos y rencores danzan en el escenario al ras del suelo, tan cerca del público, tan cerca de ellos mismos, que se revelan desde un lugar muy profundo. Esa visceralidad es ineludible: el factor H palpita en la esencia misma de la obra.

Mario Petrosini, quien aparece desde el primer momento vestido con un impecable traje blanco ("de heladero" le dice su hermana), me comentó que la obra surgió a partir de una idea de Juan Carlos Gené: en el diario Clarín, se publicó que un 85% de la población tiene hermanos. A partir de allí, comenzaron las uniones con los textos de Tennessee Williams "No puedo imaginar el mañana" y "Un tranvía llamado Deseo"y, sobre todo, con vivencias personales de los actores. Si la obra los involucra desde un lugar tan personal, ¿cómo hacen para estar en paz cuando se terminó la función?, le pregunté a Mario. Él me contestó que el actor siempre se involucra con la obra, hayan o no anécdotas personales; cuando se termina la función, lo que hiciste queda en el escenario.

Luego, le conté a Mario que no soy de ir muy seguido al teatro. No pudo ponerse más feliz: "a los actores nos gusta mucho que vengan a vernos neófitos. Está bueno que no hayas leído los textos, así nos ves sin pre-conceptos."

La "H" de la paradoja

Mariano Castro es otro de los actores elegidos por el señor Gené para esta pieza magistral. Convocado especialmente desde México, según me confió Mario, Mariano tiene mucho para aportarle a esta trilogía. Desde que murió su hermano gemelo, el periodista Juan Castro, Mariano casi no concedió entrevistas: "lo que hizo la prensa con su hermano lo afectó mucho", me explicó Mario en el subte. Sin embargo, aceptó conversar conmigo durante unos muy agradables treinta minutos.

Le pregunté a Mariano cómo le afectaba la obra a partir de la muerte de Juan y me contó que era algo que lo unía a él: "es algo que hacemos mi hermano y yo juntos". Luego, la charla prosiguió por canales más íntimos respecto al recuerdo de su hermano y de mi confesa admiración hacia su labor periodística y, sobre todo, a su persona. Se asombró cuando le conté que seguía a Juan desde los ocho años y que, ahora, tengo veintidós. El contenido de la conversación, espero que el lector sepa disculpar, no es para contar en un blog. Me lo reservo para mí.

"Factor H: Williams Hnos S.A" es un auspicioso comienzo para esta trilogía armada por Juan Carlos Gené, con un elenco que se destaca por la profundidad de sus actuaciones. La tensión dramática que logran generar se siente a lo largo de toda la obra y se transmite de forma clara hacia los espectadores. El factor H, que une y desune a los protagonistas y que compone con éxito este mosaico de clásicos del teatro, vivencias personales, Borges y artículos periodísticos, logra hermanar al espectador con el actor de forma indeleble.

"Factor H: Williams Hnos S.A" puede verse en la nueva sede del CELCIT (Moreno 431 - Capital Federal. TE: 4342-1026 - correo@celcit.org.ar) los viernes a las 20:30 hs hasta el 6 de junio. Con Verónica Alvarenga, Julia Augé, Mariano Castro, Daniela Catz, Silvina Katz, Laura Ledesma, Darío Luchetta, Mario Petrosini, Paula Ransenberg, Evelia Romano. Entrada general: $25 - Estudiantes y jubilados: $15

jueves, 15 de mayo de 2008

Reflexiones sobre la metáfora

La metáfora es un extraño espejo. Como es sabido, los espejos pueden mostrarnos rasgos accidentales: si estamos bien afeitados o si el nudo Windsor de nuestra corbata está bien hecho. Pero, ¿alguien ha visto su esencia en un espejo común y corriente?

Si tomamos a un extremista de lo esencial como Jorge Luís Borges, la metáfora no es un mero juego de palabras. Como dice en su cuento “El otro”, él ha desistido de encontrar nuevas metáforas; se concentra en las que “corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado”[1] Según indicara en una conferencia en la Universidad de Nueva Orleáns en 1982, es probable que “tan sólo hubiera cuatro o cinco metáforas -vínculos- esenciales”[2]: el tiempo y el río, la vida y el sueño, el sueño y la muerte, las mujeres y las flores.

Si bien en la citada conferencia Borges da ejemplos sobre cada una de las “metáforas esenciales”, durante su vida aventuró también algunas líneas que encajan en esas categorías y otras que pertenecen a temas distintos. Su ya mencionado cuento “El otro” es un espejo íntimo en el que un Borges mayor se encuentra con un Borges menor y en el que se mezclan todos esos espejos esenciales de los que hablaba el gran escritor. El tiempo se ve a sí mismo en el gris río Charles cuyo fluir, repleto de trozos de hielo, contempla Borges desde un banco. El río es la vida, nuestro tiempo en este mundo que se nos escapa como la arena o el agua entre las manos, tan volátil como los sueños.

La vida es sueño y de sueño está hecha la vida. Y es así como el Borges anciano, que contempla el fluir incesante de sus días, se encuentra con un Borges de unos veinte años que se sienta a su lado. Hablan sobre literatura, sobre la vida de ambos, y se intercambian un billete norteamericano fechado en 1974. Borges anciano sabe que conversó con el otro en la vigilia, lo que hace que el recuerdo de este encuentro lo atormente. En cambio, el Borges joven conversó con el Borges anciano en un sueño, por lo que pudo olvidar la reunión. Soñó el joven la fecha del billete, que es lo único en el cuento que realmente lo horroriza.

Saber, como el filósofo inglés George Berkeley, que nuestra existencia es un sueño de Dios, y que cuando Él deja de soñarnos nos morimos, es aterrador. El Hombre refleja esta habilidad divina con sus creaciones literarias: “la literatura es un sueño dirigido”, dijo Borges alguna vez. La literatura es una metáfora de la Creación.



[1] Borges, Jorge Luís, “El otro”, en “El libro de arena”, Alianza Editorial, Barcelona, marzo de 1998, página 15

[2] Borges, Jorge Luís en “Magia pura”, http://sololiteratura.com/bor/bormagiapura.htm

martes, 6 de mayo de 2008

La inflación de los pobres

Una de las consecuencias más nefastas de la inflación es que ataca directamente a los pobres. Estamos en un momento de la historia en que los precios de los alimentos no paran de subir, por lo que a los que más afectan esas subas es a aquellos que gastan la mayor parte de sus ingresos en comida: los pobres. (Basta con consultar un manual elemental de Economía para encontrar una afirmación similar) ¿Cómo frenamos la inflación? ¿Es cierto que la pobreza sigue bajando en Argentina o está pasando al revés?

Desde hace por lo menos un año y medio, los argentinos no contamos con una medida confiable de inflación: los sucesivos manoseos al INDEC por parte del Gobierno no han hecho más que disparar las expectativas inflacionarias. Si no sabemos qué dice el termómetro, no sabemos cuánta fiebre tenemos. ¿Es esta la única causa de la inflación en Argentina? Por supuesto que no: podemos enumerar desde la suba global de los precios de los commodities hasta la política de sostén de un dólar alto. Desde algún punto de vista, algo siempre anda mal.

Las mediciones de pobreza también están siendo cuestionadas: si el nivel de precios que recopila el INDEC se usa para calcular las cifras de pobreza, y no se confía en las primeras, tampoco puede confiarse en las segundas. Para el Gobierno, hay cada vez menos pobres e indigentes, dado que ellos observan (o quieren hacernos observar) una inflación decreciente. Economistas privados sostienen, en cambio, que hay cada vez más personas con sus necesidades básicas insatisfechas dado que ellos ven (y quieren hacernos ver) una inflación creciente, a punto de desbordarse. Si bien es indudable la mejora en los niveles generales de la economía desde el segundo trimestre de 2002 (no desde el 25 de mayo de 2003, como dice el Gobierno), una simple caminata por las calles de Buenos Aires y, sobre todo, por los medios de transporte que surcan la Capital y sus alrededores, revelan que sigue habiendo pobreza e indigencia a niveles alarmantes e inadmisibles para todo país que se aprecie a sí mismo y a sus habitantes.

Es verdad que "falta mucho para salir del Infierno", como le gusta decir al ex presidente en funciones (la frase se la escuché a Nelson Castro y me pareció genial) Néstor Kirchner. ¿Acaso ignora la dirigencia que la inflación es alta y que a los que más pega es a los pobres? A la luz de los hechos, el debate "enfriamiento-recalentamiento" es irrisorio: la economía (y esto también lo dice cualquier manual elemental) se puede frenar por políticas activas del Gobierno (el llamado "enfriamiento" producido por subas en las tasas de interés, reducciones en el gasto público y otras recetas harto probadas en los '90) o bien por constantes estímulos al consumo privado, erosionando el ahorro interno destinado a financiar la inversión, en una economía que se encuentra casi al límite de su capacidad productiva (el "recalentamiento" que se observó, el el Primer Mundo, a partir de 1968 pero, sobre todo, desde 1973 cuando, dado el shock petrolero, los países centrales estimulaban la demanda para evitar que la inflación de costos que importaban les frenara sus economías).

Ambas recetas tienen sus riesgos. El "recalentamiento", del que estamos observando sus primeros síntomas más allá de la particular coyuntura política del primer cuatrimestre de 2008, lleva a una de las situaciones más temidas por los economistas: la stagflation ó "estanflación", es decir, una combinación de estancamiento económico con suba de precios. Esta situación se dio, repito, durante la década del '70 en los países centrales, que venían con una economía produciendo a todo vapor desde 1955 (lo que Eric Hobsbawm, en su "Historia del siglo XX" denomina "Edad de Oro") y que, ante el shock petrolero, sufrieron altos incrementos en la inflación que trataban de paliar con estímulos a la demanda para que la población no perdiera poder adquisitivo. Sin embargo, lo único que lograban era aumentar aún más la inflación sin producir sustanciales variaciones en el producto. Esa inflación in crescendo era la que frenaba a la economía: si los precios suben, puedo comprar cada vez menos cosas, por lo que cae la demanda hasta equilibrarse nuevamente con la oferta. Esta "estanflación" es muy díficil de remediar: si se sube la tasa de interés, se reduce la inflación pero se resiente aún más la producción, con la consecuente caída del empleo. Si la pobreza parece aumentar en una economía en crecimiento y con inflación, ¿cuánto más rápido crecería en una economía estancada y con inflación? El "enfriamiento" consiste en políticas activas para moderar el consumo y evitar, así, alzas inflacionarias. (Como podrá deducir el lector, estas últimas políticas pertenecen a la escuela monetarista de Milton Friedman, que veía a la inflación como un problema meramente monetario. Fueron aplicadas por Margaret Thatcher en Inglaterra y por Ronald Reagan en Estados Unidos y, de ahí, exportadas a una América Latina ahogada por la deuda externa)

Sin entrar en una defensa de alguna de estas dos políticas, cabe señalar nuevamente, que los únicos perjudicados son los pobres: una espiral inflacionaria como la del "recalentamiento" erosiona sus ingresos y disminuye la oferta de puestos de trabajo dada la caída en la demanda producida por la pérdida de poder adquisitivo (esta es la situación en donde se da la clásica frase argentina: "los salarios van por la escalera y los precios por el ascensor"). La política del "enfriamiento", al frenar el consumo para moderar la inflación, afecta también al nivel de empleo. Argentina está hoy en una situación en donde "enfriar" la economía no significa entrar en recesión o provocar masivos aumentos de la pobreza como se vio durante los '90. "Enfriar" la economía significa, para nosotros, crecer al 6% anual en lugar de al 8%, que el gasto público siga creciendo pero a un ritmo inferior al de la recaudación (algunos economistas dicen que el crecimiento del gasto debería ubicarse entre diez y quince puntos por debajo de la tasa de crecimiento de la recaudación). Esta última medida le permitiría al Gobierno mejorar su posición fiscal sin necesidad de tocar la caja de los jubilados o emitir deuda o aumentar las retenciones para financiarse. Además, podrían destinarse mayores partes del superávit fiscal creciente a la compra de dólares sin necesidad de emisión monetaria espuria, o a la constitución de un fondo anticíclico para sortear crisis financieras. Estas medidas no son, como nos quiere hacer creer el Gobierno, parte del programa económico de los '90, sino que son políticas que el ex presidente en funciones Néstor Kirchner aplicó entre 2003 y 2004 con buenos resultados. Lo que vino después, es otra historia.


El chico del Subte

En un vagón de la línea C del subterráneo porteño, dormía un chico sobre los asientos de pana azul. Se cubría con un pantalón de gimnasia desflecado en las botamangas, y usaba su buzo a modo de frazada. Nada tapaba su pecho ni sus rodillas, gastadas de tanta baldoza fría. Su cara, apoyada contra la pared del tren, era invisible.

Los pasajeros subieron al tren en la estación Retiro. Algunos niños y adultos miraban al chico con horror. Las miradas de compasión se mezclaban entre el asco y el morbo que sentían la mayoría: el espectáculo de la miseria humana, es sabido, convoca multitudes.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la población de Londres se refugiaba de las bombas nazis en los túneles del Underground. Como aquella bala que mató a Kennedy y a otros tantos en el cuento "In memoriam J.F.K" de Borges, los proyectiles alemanes se transmigraron en miseria, hambre, desprotección, negligencia y abandono. ¿Hace cuánto que el chico del Subte vive en su hogar rodante en donde, por lo menos mientras la red está abierta, no pasa frío? ¿Cuántos viajes de Retiro a Constitución habrá hecho su tristeza?

Cuando cae la noche, las fieras salen a la calle. ¿En dónde dormirá en estas heladas noches de mayo? Quizás en algún taller, o en el mismo vagón que lo cobijó durante el dia. Los que tiene que velar por que no haya ni chicos ni grandes en esta situación, ¿dormirán, acaso, en paz?

jueves, 1 de mayo de 2008

¿Será por eso?

El 14 de febrero último, en medio de las típicas noticias por el Dia de San Valentín, algunos medios argentinos publicaron que la Justicia había encargado al Cuerpo Médico Forense la realización de ciertas pericias para aclarar la responsabilidad de los médicos en la muerte de Juan Castro. Entre los profesionales investigados se encuentran Rubén Lescano, psiquiatra personal de Juan, y Carolina Cóppoli, asistente terapéutica.

Vale recordar que, en la noche del viernes 15 de febrero, Luis Pavesio, última pareja de Juan, se presentó en el programa "23 minutos", que conduce Gerardo Rozín por C5N. En esa oportunidad, Pavesio contó sus sospechas respecto al accionar de los médicos mencionados. También expresó que la Justicia debería, además, investigar qué pasó en el departamento que compartía con Juan aquel fatídico martes 2 de marzo de 2004.

Entrevista a Luis Pavesio (primera parte - español solamente)




Entrevista a Luis Pavesio (segunda parte - español solamente)




Hoy, a dos meses y medio de la requisitoria judicial al Cuerpo Médico Forense, me pregunto ¿qué pasó con esas pericias? La falta de mérito que los médicos gozan desde el 14 de febrero de 2006, ¿fue ratificada o revocada?. Señores jueces, ¿qué pasó con Juan? ¿Por qué los medios no dicen nada? ¿Por qué ustedes no dicen nada? ¿Por qué los medios, que el 5 de marzo de 2004 llenaron sus pantallas y páginas con homenajes o vituperios varios a la vida y obra de Juan, hoy no dicen nada? ¿Por qué los programas de Juan, como "Kaos en la Ciudad" que se emitió por Canal 13, no se repiten por Volver? ¿Tan difícil es llegar a un acuerdo con la productora? ¿O acaso no lograron aún superar la envidia que les produjo que un periodista gay, drogadicto, hermoso, sensible e inteligente tuviera más repercusión que vuestros insulsos programas, incluso más que "Videomatch", al que reiteradamente "Kaos" le ganó la carrera por el rating? ¿Será, entonces, por eso que nunca le dieron a Juan el Martín Fierro que se merecía? ¿Será por eso que Juan nunca aparece en los homenajes que hacen en los premios Clarín a las figuras muertas, ni siquiera en su edición de 2004? ¿Será por eso que Juan fue rápidamente olvidado por los que en sus spots le decían "nunca te olvidaremos" y que hoy se regodean con los escándalos de "Bailando por un Sueño"?

Escribió Macedonio Fernández: "Mientras duró, de todo hizo placer. Cuando se fué, nada dejó que no doliera" Para algunos, el placer fue lucrar con Juan. Para los más, nos quedó el dolor.