sábado, 26 de julio de 2008

Déjà vu


Nubes de tormenta en las cumbres
Fotografia tomada por Gonzalo Ciarleglio, administrador del blog
Agosto de 2007

A riesgo de parecer golpista, anoche soñé que la Presidente renunciaba. Tras unos dias de tristeza generalizada, el Congreso determinaba que se realizaran nuevos comicios inmediatamente. El ganador, con el 46% de los votos, era Alberto Fernández.

Tras su victoria, el ex Jefe de Gabinete (recuérdese que dicho cargo se concibió en la reforma constitucional de 1994 como una suerte de 'primer ministro') se paseaba ante las cámaras de un canal de noticias demasiado mimado por la enemistad del poder caido. Ya no mostraba las ojeras que causa la sumisión, sino que comentaba los planes de su inminente gobierno enfundado en un traje color arena cual Tom Wolfe criollo.

Mientras tanto, en un despacho engrandecido por la pequeñez repentina de su ocupante, la Presidente se aferraba a sus últimas horas de poder. En un plasma, miraba a su oblicuo alfil quitarle la corona ante el desparpajo televisivo. Una lágrima surcó su maquillaje cuando miró la banda presidencial que colgaba de su sillón. Sabía que algún dia debería entregarla, pero nunca estimó que llegaría tan pronto.

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Es de público conocimiento que esta semana renunció Alberto Fernández, en medio de críticas al matrimonio presidencial veladas por su sentida amistad hacia ellos. Mi sueño es una exageración en estos tiempos: Fernández, según se difundió durante estos dias, fue el que impidió la renuncia de Cristina tras el "no" de Cobos. Además, es demasiado pronto, incluso descabellado, para aventurar que el funcionario saliente alberga ambiciones presidenciales.

Pero los sueños y la realidad siguen sus propias reglas, a veces demasiado parecidas. Al despertar, recordé el verso de Borges: "Y cada uno fue Caín, y cada uno Abel", pronunciado ante las tumbas de dos soldados hermanados por la misma muerte en Malvinas. Ya hemos visto los argentinos a funcionarios salientes que buscan luego el jaque al rey desde otras oblicuidades; espero que hayamos aprendido la historia.

sábado, 19 de julio de 2008

Cobos dijo no y el pais le dice sí


Construyendo un nuevo Congreso
Fotografía del Palacio Legislativo en 1906, año de su inauguración
Imagen de dominio público


Increible es lo que sucede con el Vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, en estos dias. Tras su negativa a aprobar el proyecto de ley del Poder Ejecutivo sobre las retenciones móviles, el pais vive un, hasta hace unos meses, impensado romance con el "Segundo Mandatario".

Por lo menos en los casi veinticinco años de democracia que vive el pais desde 1983, la figura el vicepresidente se caracterizó por su pendular relación con la luz pública. Desde figuras quizás hoy olvidadas como Víctor Martínez, vicepresidente de Raúl Alfonsín, hasta Cobos, estrella polìtica de la semana, han pasado por uno de los cargos más opacados por el hiperpresidencialismo argentino. Tras su desempate histórico, la figura del vicepresidente es amenazada, una vez más, con ser vaciada del contenido político que se ha ganado en buena ley. Después de todo, es difícil disentir con un poder tan avasallante como el kirchnerista, pero más aún hacerlo desde la cumbre.

Al respecto, he escuchado esta semana decir que el vicepresidente es la "pata" del Poder Ejecutivo en el Congreso. Puede ser que los que opinen así tengan razón. Sin embargo, eso no lo convierte en un autómata que obedece ciegamente las órdenes que llegan desde la otra punta de la Avenida de Mayo. Más aún: los votos de octubre son también de Cobos, por más que en aquel momento pareciera un furgón de cola del "Expreso K". Y eso le da derecho a votar en el Senado con total libertad de conciencia dado que, si seguimos la linea de razonamiento del oficialismo, el voto popular le otorga tanta legitimidad a sus pareceres como a los de la Presidente.

Además, la posición de Cobos no puede ser tomada como una traición dado que la fórmula presidencial del oficialismo es una expresión bipartidista; el propio kirchnerismo la armó asi en el marco de la Concertación Plural. Supieron siempre que, al no contar con un binomio netamente peronista, existiría el riesgo de una disidencia vicepresidencial en determinado momento. Es más: la Concertación fue presentada al electorado como una unión de partidos alrededor de unos principios comunes pero respetando las disidencias. Cobos, por lo tanto, tiene razón cuando dice que él no se apartó de esos principios que lo llevaron a integrar la fórmula ni que le dio la espalda a sus electores. ¿Entonces por qué le endilgan el título de "traidor"? Simplemente porque se negó a ponerse de rodillas. Por lo menos, el pais que votó a Cristina y está desilusionado con ella (léase los habitantes de las zonas rurales que hoy están con el campo "golpista"), fue honrado por Cobos.

Lo ocurrido en el Senado convirtió al "Segundo Mandatario" en una especie de héroe. Incluso, algunos especulan con una futura candidatura a Presidente en 2011. Es prematuro aventurar tales conjeturas en un contexto político tan enrarecido como el que vive la Nación en estos dias. El funcionamiento del Parlamento en este último mes, más allá de las clásicas negociaciones entre los legisladores para conseguir los votos, demostró una ruptura en la imagen que la sociedad se forjó de dicha institución en los últimos tiempos. Esta semana, las instituciones funcionaron como lo marca la Constitución: el Congreso sesionó a sala llena, el Vicepresidente honró la palabra empeñada ante sus electores y el Ejecutivo derogó la Resolución 125. Al observarse fielmente en estos dias la letra de la Carta Magna, como juraron los representantes con la mano sobre la Biblia, el país alcanzó un atisbo de paz. Esperemos que dicha observancia sea, de aquí en más, lo que guíe las acciones de los que tienen a su cargo la representación y los destinos el pueblo.


martes, 15 de julio de 2008

Me parece que me dieron mal el vuelto...


Casa en construcción en Valeria del Mar, partido de Pinamar.
Fotografía tomada por Gonzalo Ciarleglio en febrero de 2008.

En el último post del blog de mi amigo y colega Denis Fernández, "Decálogo del Manifiesto Peronista-Kirchnerista", el sexto mandamiento habla sobre la corrupción, cuestión delicada a los que ejercen la administración del Estado en cualquiera de sus niveles. El presente gobierno ha hecho de la transparencia uno de sus emblemas, pero no pudo evitar que varios escándalos salieran a la luz el año pasado: caso valijas, Skanska, Southern Winds, y las permanentes sospechas de sobreprecios en la obra pública que el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, mencionó en uno de sus últimos discursos antes de renunciar.

Dice mi estimado Denis: "somos honestos y queremos un país que mire para adelante y que no recuerde nuestro pasado turbio". Lamentablemente, mi amigo tiene razón; este es un gobierno que se empeña en ocultar. A la mentira de la inflación, de los índices de pobreza e indigencia, de crecimiento del PBI (todos relacionados al nivel de costo de vida) se le suma la mentira de la transparencia. El ex? presidente NK solía decir que no le temblaría el pulso para echar a los funcionarios sospechados de corrupción de su gobierno. Parece que le tembló bastante ya que hay varios ministros a los que la oposición y la Justicia le apuntan desde hace tiempo por presuntas irregularidades en el ejercicio de sus funciones.

Pero el Gobierno no es el único responsable de la corrupción. Más allá de las innegables falencias institucionales que no han hecho más que empeorar en los últimos años, existe una tolerancia social hacia este tipo de hechos mientras la economía funcione. Esto es ya casi una verdad de Perogrullo. Sin embargo, vale la pena rescatarla porque los argentinos, una vez más, no hemos aprendido las lecciones que la Historia se empeña en enseñarnos, rebenque en mano, las más de las veces. A pesar de los desaguisados éticos que se le imputan a la administración marital, la imagen pública de ambos se mantuvo relativamente estable en pleno escándalo mediático por estos hechos. Sólo la crisis del campo logró hacer mella en el poder kirchnerista, otrora inapelable.

Y aquí llegamos a la raíz del escaso o nulo combate a la corrupción, íntimamente ligada al origen del conflicto agropecuario: el exceso de poder. Los K, así también como el peronismo del que provienen en tanto forma de ejercer el poder, están acostumbrados a proceder con modales de elefante sobre el delicado mecanismo de contrapesos republicanos que dicta la Constitución. Pero esta singular conducta persiste desde hace tanto tiempo porque está legitimado ante la opinión pública mediante un tan eficaz como mentiroso discuro de redistribución de la riqueza y de justicia social que nunca llegan. A cambio de unos años de crecimiento y de una parcial disminución de la pobreza, se toleraron socialmente casos de corrupción y el continuo irrespeto a las formas legales, conducta que en los tiempos de la crisis de 2001 creía haberse superado.

Este exceso de poder producto de la legitimidad social que otorga una economía en crecimiento y un discurso mediáticamente aceitado (paradoja de un gobierno que reniega del periodismo como interlocutor válido, salvo en tiempos en donde necesita darle una imagen de mayor institucionalidad a sus políticas) llevó a los poderosos a la idea de que tienen carta blanca para hacer lo que quieran. Y así fueron superando obstáculos; a partir de una renovación de la Corte Suprema, de una independencia y nivel profesional innegables, se siguió un camino incomprensible de reforma del Consejo de la Magistratura, delegación de facultades legislativas de forma permanente al Ejecutivo, prórroga de la Ley de Emergencia Económica que el Congreso le dio a Eduardo Duhalde en el caótico 2002 y todavía vigente en una economía cuyo nivel de producto superó el pico histórico de 1998. Pero todo vale en la Argentina mientras podamos seguir comprando televisores de plasma...

Esta situación no cambió con la crisis agropecuaria, aunque algo se ha resquebrajado. La resolución 125 es vista por muchos como una expresión de este ejercicio del poder cuasi autoritario y ya no temen expresarlo; hay gobernadores e intendentes que se animan a criticar al oficialismo en público y sobre los que va a "tronar el escarmiento" una vez que se aclaren las cosas, tal como postula el Decálogo de Denis. ¿Qué planea el Gobierno para reconquistar el favor de la clase media? Si pensaste que se trataba de un cambio de rumbo hacia el respeto a las instituciones y hacia los que no los votaron (que también, por mal que les pese, son parte del pueblo), te equivocás. Publicó el diario La Nación en su edición dominical que se estudia un plan de aumentos de jubilaciones, asignaciones familiares, reducción del mínimo no imponible de Ganancias y otros "yuyos" por nueve mil millones de pesos para reactivar la economía. El campo es golpista en tanto el freno que provocó su reclamo a la actividad económica minó la forma de acumulación de poder del kirchnerismo.

El precio es aquello por lo que se intercambia una cosa. La dignidad es la imposibilidad de que esa cosa pueda intercambiarse. El poder se basa en el dinero, pero la autoridad se basa en la dignidad.




sábado, 12 de julio de 2008

Las dos marchas


Manifestación en el Obelisco, octubre de 2007.
Fotografía tomada por Gonzalo Ciarleglio, administrador del blog.

En "La insoportable levedad del ser", Sabina, joven pintora checoslovaca exiliada en París tras la invasión soviética de 1968, participa de una marcha organizada por los estudiantes franceses en repudio a dicha ocupación a un año de ocurrida. Tras permanecer unos pocos minutos entre la muchedumbre, siente la necesidad de retirarse. "Les confió su experiencia a sus amigos franceses. Se extrañaron: <<¿es que no quieres luchar contra la ocupación de tu país?>> . Tenía ganas de decirles que detrás del comunismo, del fascismo, de todas las ocupaciones e invasiones, se esconde un mal más básico y general; para ella, la imagen de ese mal es una manifestación de personas que marchan, levantan los brazos y gritan al unísono las mismas sílabas. Pero sabía que no sería capaz de explicárselos. Perpleja, cambió el tema de la conversación." [1]

Este martes, campo y gobierno realizarán sendas marchas para convencer al Senado de la Nación y a la opinión pública de lo acertado de su posición y de lo miserable que es el otro. Asistiremos nuevamente al espectáculo de las masas arreadas con el "choripan y la coca" o con cacerolas, hacia líderes que pretenden construir un nuevo país con viejas herramientas intelectuales. Otra vez miles de personas vitoreando consignas que quizás no comprendan, reproducidas incesantemente por los que ya las profesaban.

Según me enseñaron en la universidad, la historia no puede dividirse en períodos de gobierno; mucho menos comprender la evolución de un pueblo o de un estado a partir de parcelas tan terminantes. La historia, decía mi profesor, se compone de continuidades y de rupturas. Vaya paradoja que una de las continuidades de nuestros 192 años como país es la división permanente de los argentinos. Hace unos días, la Legislatura porteña votó cambiarle el nombre a la estación Villa Urquiza, futura terminal de la línea B de subterráneos, por "Juan Manuel de Rosas" argumentando que el Restaurador no poseía calle, plaza ni monumento alguno en su memoria. Han pasado ya más de 150 años de la batalla de Caseros y todavía se discute si fue un tirano o un defensor de la patria. Las generaciones que crecieron entre 1880 y 1930 fueron educadas en la versión sarmientina de que Rosas era un tirano: de hecho, una estatua de Sarmiento, del escultor francés Rodin, está emplazada en donde se erguía la mansión de Rosas (hoy Av. del Libertador y Sarmiento, en frente del Monumento de los Españoles) como todo un símbolo del revanchismo local. Luego vino el revisionismo, que postuló a Rosas como uno de los exponentes de la verdadera tradición nacional, que tendría raices en la Argentina colonial y en el catolicismo, opuesta al liberalismo europeizante de la Generación del '80. En julio de 2008, esas heridas siguen vigentes.

El escenario actual de conflicto entre campo y Gobierno despertó, por lo menos en el plano de la semántica, divisiones que se evidenciaron violentamente por primera vez durante el primer peronismo (1946-1955), pero cuyos origenes pueden remontarse al conflicto de unitarios contra federales del que Rosas fue uno de sus emblemas, y su caída su resolución formal al dar paso a la organización nacional. Tras casi veinticinco años de democracia ininterrumpida, y a más de cincuenta años de la caída de Perón, se vuelven a escuchar palabras como: "golpista", "desestabilizador", "gorila", "pueblo si, oligarquía no", "gobierno nacional y popular", "legitimidad del gobierno elegido en las urnas", y otras más. En este conflicto, no está en juego la destitución del gobierno, como si lo estuvo en otras épocas históricas, sino la legitimidad y legalidad de sus acciones. ¿Acaso el haber sido elegido por el 45% de los votos le da al Gobierno luz verde para proceder con modales de elefante sobre la endeble estructura republicana argentina? ¿Acaso el haber sido elegido en las urnas impregna de legitimidad cada una de sus acciones? No debe olvidarse el que detenta el mando del país hoy que su poder está limitado, en principio, por el 55 % de los ciudadanos que no lo votaron y que debe ser escuchado. Este límite le marca al gobernante que está obligado a buscar el consenso; a un gobierno se lo elige para gobernar, pero en democracia esto debe entenderse como la búsqueda de acuerdos que posibiliten el desenvolvimiento a largo plazo de la Nación. Gobernar sin acuerdos, pisoteando a la oposición y a las instituciones republicanas que fueron sistemáticamente vaciadas de su contenido constitucional, como hizo este Gobierno en sus cinco años de gestión, nos acercan más a los regímenes autoritarios que a la democracia que se dice defender de la desestabilización del agro.

Si Sabina viviera en la Argentina, su rechazo a las movilizaciones se vería notablemente exacerbado ya que es evidente, ante la más nimia pregunta que realice un reportero a algún manifestante, la falta de conocimiento detrás de las consignas que se vociferan de ambos lados. Las manifestaciones populares son geniales cuando se producen a partir de un consenso de ideas previamente razonadas y debatidas entre los que pretenden compartirlas. Por eso es bueno que se respete desde ambos lados a la Constitución, supuestamente el acuerdo fundamental que nos permite vivir como Nación y uno de los tipos de expresión del pueblo. Por eso es malo que se armen actos para contrarrestar el efecto mediático que pudiere tener el acto del contrario, amparándose en la defensa de una pluralidad en un solo sentido y exponiendo al país ante un posible estallido de violencia.

Para que Sabina no se asuste de la manifestaciones populares, es necesario pensar por uno mismo, sin dejarse arrastrar por consignas trilladas y perimidas que entorpecen a la creatividad en la búsqueda de soluciones nuevas para las viejas divisiones argentinas.

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[1] Kundera, Milan, "La insoportable levedad del ser", Fábula Tusquets Editores, primera edición, primera reimpresión, Buenos Aires, abril de 2004, página 106 y siguiente.

miércoles, 9 de julio de 2008

Especial Día de la Independecia: Colifatos


Manifestantes en la estación Retiro de la Línea San Martín en noviembre de 2007


Siguiendo la recomendación que me hiciera mi amigo Denis Fernández, administrador del blog La Tinta, publicaré hoy una reflexión que escribí con motivo de mi primera visita a la radio La Colifata del Hospital Borda en octubre de 2007. Me parece apropiado publicarla hoy dada la peculiar situación que vive nuestro país desde hace más de cien días y a que se continúa con la realización de actos públicos en cuya preparación mueren militantes. Me refiero al joven que murió en Plaza de Mayo el 18 de junio pasado, aplastado por un pedazo de farola, y al que murió hoy (y a los heridos también), víctima de una estructura tubular. Ambos decesos se produjeron en actos públicos de un Gobierno que proclama una defensa inclaudicable del más débil, pero que no altera sus planes proselitistas ante la muerte de sus seguidores.
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Cuando mis abuelos eran jóvenes, la palabra “colifato” significaba “loco”. Aquellos eran tiempos en donde hacer terapia era “cosa de colifas”. Admitir que uno se recostaba en un diván y contaba sus problemas a un especialista, al que seguramente llamarían “charlatán”, equivalía al oprovio social. Semejante al que sufrían los hombres que, durante las dos guerras mundiales, se quedaban en las ciudades europeas y alguna dama les entregaba una pluma blanca en plena vía pública. Quizás, hoy las cosas no sean tan claras como antaño. Si bien la palabra “colifato” aún significa “loco” para muchos, para otros tantos se transformó en un concepto que expresa las paradojas de esta época.

Cerca de las vías del Ferrocarril Roca está el Hospital Borda. Allí, un grupo de pacientes se reúne todos los sábados para apoderarse del éter, aquel que Galileo apiló en un cráter de la Luna para salvarse de la hoguera. Sea desde un pequeño galpón rodeado de palmeras, o desde un patio de cemento que se hunde bajo el peso de los años, los colifatos soplan juntos para que, por lo menos, los quinientos metros que los rodean se llenen de éter. Y como los cuerpos celestes en la Edad Media, ellos puedan flotar más allá de la muralla sanitaria.

Mientras tanto, los trenes van y vienen. Miles de pasajeros viajan apretados en abrigos grises como sus empleos, sobre vías cubiertas de grasa negra. Reina el silencio en el vagón, reforzado por los ruidos del vaivén de la formación. Un matutino muy importante, como el que lee alguno de los que lograron viajar sentados, dijo que el sesenta por ciento de los internos del Borda está en condiciones de irse. Pero eligen quedarse porque tienen miedo del afuera. ¿Serían admitidos en el Borda, o en la Colifata, el sesenta por ciento de los que están orgullosamente afuera?

En el patio, los colifatos hacen su programa todos los sábados. Cuentan anécdotas, chistes, solemnidades, dolores. Es duro entrar por primera vez al Borda después de tantos años de afuera, pero son excelentes anfitriones. Corre un mate improvisado en un vaso de plástico, acompañado por unos bizcochos que hicieron en la panaderia del hospital. Con el correr de las horas, se pierde la noción de tiempo y espacio. Esta reunión podría haber ocurrido en algún parque de Palermo, o en Londres. La Colifata es como “el otro cielo” que Cortázar vio en las indistintas galerías de París y de la calle Florida. En el aire flota algo más esencial que el lugar y la fecha. Ese algo le escapa al periodismo y es patrimonio de la literatura.

El mate circula entre los colifatos, como todos los sábados, esperando que el afuera los reciba. En Colombia, un coronel esperaba todos los viernes la carta del Estado que le informaría sobre su jubilación. Jamás faltaba a su cita en el muelle sobre el rio para que el empleado de correos le dijera que no había nada para él. Y de vuelta a su existencia. En ese volver, ponía en la ineficacia su esperanza. Quizás no logre lo que quiere, pero logrará que otros vean que no está vencido. Esto sólo lo puede comprender un colifato.




lunes, 7 de julio de 2008

Premio al Brillante Weblog


He recibido de parte de mi estimado amigo Denis Fernández, administrador del blog "La Tinta", el Premio al Brillante Weblog por mi labor en este nuevo medio. Sinceramente, no esperaba un reconocimiento para tal tarea, más si se le suma que soy nuevo en este medio y todavía me cuesta comprender cómo funciona un medio digital. Sin embargo, me siento muy halagado porque un amigo considera que mi tarea es digna de ser destacada.

Yo seré más estricto, quizás más caprichoso, en la elección de los blogs que creo deberían premiarse. No conozco tantos, por lo que no serán siete. Pido disculpas a los organizadores del premio. Los blogs que, a mi entender, merecen ser premiados son:

1. En los 80: Blog de mi también estimado amigo Fernando Camacho, que rescata anécdotas de aquellos años en los que, por lo menos yo, era un bebé pero que no dejan de fascinarme.

2. Tennis Block: También de Fernando Camacho, porque contribuye a remediar mi ignorancia de principiante sobre tenis.

3. Las Cosas: Por Esteban Sargiotto. Un interesante collage de reflexiones y citas literarias que me alejan de la atonía de la actualidad.




sábado, 5 de julio de 2008

Cuestión de cáscaras II


Fotografía tomada por Pedro Ignacio Guridi. Obtenida de Wikimedia Commons bajo licencia de uso Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0

Tras más de quince horas de debate, la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto del ley del oficialismo que convalida la resolución 125 del Ministerio de Economía, que impuso el cuestionado régimen de retenciones móviles para el agro. Después de años de ostracismo de la vida republicana, el Congreso pareció recuperar vida en una maratónica sesión que, vaya novedad, no fue para votar que se deba vender yerba mate sin palo, sino algo importante para los destinos de la Nación.

Sin embargo, la sesión que acabamos de presenciar en vivo y en directo por las señales noticiosas no hizo más que mostrar que el Parlamento sigue siendo un cascarón vaciado, no vacío, de contenido. Es sabido que, en las encuestas de imagen de las instituciones sociales, el Congreso ocupa uno de los últimos lugares en la confianza de la sociedad. ¿Cómo ocurrió esto?

Puede enumerarse una vastedad de causas para explicar esto: descenso del nivel general de los debates, inactividad en el recinto (el Congreso no llegó a sesionar más de diez veces durante todo 2005, año electoral, cuando debería hacerlo una vez por semana como mínimo), bastardeo de parte de otros poderes del Estado, como un Ejecutivo que deglute con avidez las atribuciones que la Constitución le otorgara. Pero hay una causa que es menos reconocible: el poco o nulo interés noticioso que reporta la información parlamentaria.

Los medios suelen tener periodistas acreditados ante el Parlamento, pero rara vez trasciende la información que recopilan nuestros colegas a las primeras planas de los diarios o al éter. Antigüamente, los diarios incluían una sección que se llamaba "crónica parlamentaria", en donde se brindaba al lector un detalle pormenorizado que le permitiía hacer un seguimiento más o menos preciso de la actividad de los diputados y senadores. Pero seguimiento al fin.

Hoy, los medios están invadidos de información que compete a los otros dos poderes del Estado: declaraciones de la Presidente, ministros, secretarios (Poder Ejecutivo) o casos policiales de diversa índole y truculencia (Poder Judicial). Más aún, todavía se publican en los clasificados de algunos diarios sentencias judiciales. ¿Por qué la información parlamentaria no trasciende?

Se suele argumentar que a la sociedad no le interesa lo que pasa en el Congreso. Pues debería interesarle: hay cosas que deben ser publicadas más allá de mediciones de audiencia o readership porque hacen al funcionamiento mismo del sistema. Si la democracia, en un sentido lato, implica la elección de representantes a través del voto popular, ¿con qué herramientas los elegirá el pueblo si no conoce ni sus ideas ni sus proyectos, sino slogans publicitarios? Sin información precisa no puede funcionar una democracia que se precie de tal, ni mucho menos una república. Así los argentinos seguiremos padeciendo "hiper-presidentes" que se devoran a las demás instituciones creadas por la Constitución.

Por supuesto que la culpa no la tienen sólo los medios: a los políticos tampoco les conviene que el pueblo sepa de qué se trata. ¿O acaso les conviene a nuestros representantes que el pueblo vea cómo leen el diario, duermen o toman café a expensas del dinero público mientras un colega hace uso de la palabra? ¿O que el pueblo sepa las corruptelas, los "nariguetazos" e incidentes sexuales que se cometen en los despachos? Por supuesto que no: un pueblo desinformado es tierra de cultivo de los grandes males que como sociedad nos aquejan desde hace generaciones.

Lo que no se ve en los medios no existe, dicen los teóricos de la comunicación. El problema está en que, para reflejarse en los medios, primero se debe tener existencia propia; el aire es invisible a los espejos.