sábado, 23 de agosto de 2008

Sentidos en contorsión


Six cercles en contorsion (1967), por Julio Le Parc
Obra perteneciente a la colección permanente del Malba
Foto tomada por jac.Qiec.K para Flickr.com (5 de marzo de 2008)


(escrito en colaboración con Fernando Camacho)

Fascinación. Una sola palabra describe lo que sintieron aquellos que se acercaron a la obras de Julio Le Parc. En la colección permanente del Malba –Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires-, existe una sección casi secreta que alberga piezas de arte cinético. El público suele ignorarlas hasta que alguien aprieta el botón que mueve los ocultos mecanismos que le dan vida a la obra. Six cercles en contorsion”, del artista argentino Julio Le Parc, consta de seis círculos metálicos que, al moverse, se empujan y estiran unos a otros. Como un péndulo en manos de un mago, involucran al espectador en un mundo nuevo. La orientación de la luz, los colores del fondo del cuadro, la ubicación y la sensibilidad del que mira forman un universo de sensaciones únicas, que se articulan y deforman como los círculos de Le Parc.


Desde que era estudiante de Bellas Artes en 1957, Le Parc se interesó por la pintura abstracta y por los efectos de la luz y el movimiento en el espectador. En 1960, fundó el Grupo de Investigación de Arte Visual en Paris, que le proporcionó el ámbito para desarrollar sus técnicas. 1966 es el año de su primera exposición en Nueva York y del Primer Premio de la Bienal de Venecia. Al año siguiente, expuso una de sus principales obras, Desplazamientos, en el Instituto Di Tella de Buenos Aires y tuvo gran éxito en la exposición Luz y Movimiento del Museo de Arte Moderno de París. En la actualidad, instala un “sistema óptico especular” en las Galerías Pacífico, que permite una mejor iluminación y un “juego de espejos” con los murales del lugar. A pesar del reconocimiento que tiene su obra, Le Parc rechaza que lo encasillen en un género determinado, sino que “prefiere hablar de experiencia, lo que le aproxima a la noción de performance en ‘estado puro’, o de ‘una simple actividad humana’ y no de arte”[1]


Mientras observábamos “Six cercles en contorsionpara esta nota, se acercaron dos tipos de espectadores que nos llamaron la atención tanto como la obra: un contingente de turistas japoneses y un padre con una niña. Gracias a ellos, descubrimos que Le Parc tenía razón: el arte es una “simple actividad humana” y que lo que importa, en realidad, es la experiencia y no los aspectos formales de la obra.


Apenas apretamos el botón que hacía mover los círculos, se acercó un enjambre de turistas japoneses. Por una extraña razón, estaban todos vestidos de negro. Sin sus características cámaras fotográficas, no les quedó más remedio que vivenciar lo que les generaba la obra. Con la eficiencia propia de las abejas, se abalanzaron sobre el cuadro. Al despojarse de la tecnología gracias a las normas de seguridad del museo, habrán descubierto que no podían percibir completamente lo que veían. Quizás estaban tan involucrados en la equilibrada deformidad de los círculos que necesitaron tocar la obra. Se acercaron en ordenados tropezones y posaron sus dedos sobre el metal. Una agente se seguridad, celosa del tesoro a su cuidado, les gritó. Los japoneses se perdieron entre un cuadro de Frida Kahlo y uno de Fernando Botero.


Minutos más tarde, encendimos nuevamente los círculos. Se acercaba algo que rechinaba: un cochecito de bebé era empujado por un hombre joven, que llevaba a una niña de la mano. El padre vestía a la moda de Palermo Viejo: jeans de diseñador, levita verde militar con charreteras, zapatos caros. La niña, toda de rosa viejo. La fascinación invadió los sentidos de la pequeña. En silencio, ambos se arrodillaron frente a la obra, como quien va a misa. El padre abrazó a su hija y comenzó a explicarle lo que, para él, era el significado del cuadro. Unos segundos más tarde, se calló: su rostro estaba rojo de emoción y ya no podía hablar más. Un ruido fuerte, que vino de algún lugar de la sala, los trajo de vuelta a la realidad. Nos miraron y partieron.


La obra de Julio Le Parc busca que el espectador se involucre en ella. No existe una única interpretación de una obra, por lo que no se puede escribir una nota sobre arte si no se tiene en cuenta lo que le pasa al que lo disfruta. Porque el arte, como piensa Le Parc, es una experiencia, “una simple actividad humana”.


[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Le _Parc

sábado, 16 de agosto de 2008

¿A dónde vamos?


Miro cada vez más asombrado los noticieros: los problemas nacionales no cesan de repetirse a si mismos. Inflación, inseguridad, mafias, drogas, desgobierno, corrupción y otros nos azotan desde hace varias generaciones sin que nigún gobierno haya podido encontrar las formas de librarnos de ellos. En estos últimos dias, la sensación de no saber hacia dónde vamos se acentuó hasta extremos insospechados hace pocos meses, por lo menos en mi caso.

Después del voto "no positivo" en el Senado, el Gobierno no logra salir de su autismo e ignoracia que, para colmo de males, van in crescendo. En el Congreso se debaten dos proyectos: reestatización de Aerolíneas y movilidad previsional. Como bien explica el diputado Claudio Lozano en su artículo publicado hoy en el diario Crítica de la Argentina, estamos ante un Estado de dos caras: el "Estado bobo" y el "Estado turro". El primero se encarga de que asuma la sociedad el control de una compañia al borde de la quiebra, con niveles altísimos de conflictividad gremial y una deuda que ronda los 900 millones de dólares gracias a la pésima administración del grupo Marsans. El "Estado turro", por otra parte, se encarga de ponerle límites a la movilidad previsional amparándose en la "responsabilidad fiscal". Otra mentira de esta administración: el gasto público no cesa de crecer para frenar, mediante subsidios, una inflación creciente y desconocida en su real magnitud. Tal es la creciente gravedad del problema fiscal que el único que le presta dinero al pais es Chávez a tasas altísimas. Obviamente, las alarmas se encendieron entre los bonistas que tienen títulos argentinos quienes, ante los persistentes rumores de un nuevo defaut, salieron a vender sus bonos. Argentina tiene todavía superávit fiscal, pero de seguir en este camino de aumento desbocado del gasto, se acabará.

Otra cuestión que acaparó la preocupación mediática esta semana fue el triple crimen de los empresarios. No es la primera vez que ocurren en el país casos así. De hecho, hace por lo menos diez años que distintos sectores políticos, entre ellos Elisa Carrió, denuncian sistemáticamente la instalación en la Argentina de mafias con raices en el narcotráfico y en connivencia con el poder político. Lo más grave de todo esto es que estas redes delictivas hacen nido en la pobreza. Utilizan como base de operaciones a las villas, en donde venden drogas mortíferas como el paco, residuo de la preparación de las drogas de máxima pureza que venden a los sectores acomodados de la sociedad. Además, arman aceitadas maquinarias de control social en los territorios en donde se asientan, cercenando las libertades civiles y los más elementales derechos humanos a través del terror y el crimen en complicidad con políticos corruptos. En su cobardía, utilizan a las personas en situación de pobreza como escudos humanos para protegerse tanto de la Policía como de bandas rivales. Y cuando ocurren atrocidades como el crimen de estos tres señores esta semana, la sociedad toda es presa del terror, no sólo por la presencia de elementos criminales, sino por la total incapacidad e impericia del Estado para combatirlas.

Así estamos en Argentina en estos dias: entre mafiosos de película por un lado y mafiosos en el poder del otro. Distinción esta por demás estéril, dado que forman una línea cuyos extremos, en alguna parte, se tocan y cierran el círculo alrededor del cuello de la democracia y la sociedad civil.

sábado, 9 de agosto de 2008

Guerra en el Cáucaso


Madonna del Sufrimiento
Tributo a las madres de Bélgica
Publicada en la revista National Geographic, volumen 31, 1917, página 551
Imagen de dominio público


Nuevamente los tambores de guerra se oyen en la región del Cáucaso. El ejército de Georgia, república soviética hasta 1991, se enfrentó con los separatistas de Osetia del Sur, apoyados por Moscú. Alrededor de mil cuatrocientos muertos dejaron los enfrentamientoes entre ambas naciones en los pocos dias que lleva el confilcto armado, por lo menos en los medios.

En aquellos años en los que el comunismo ruso llegaba a su fin, se hablaba de "fin de la Historia". Tal como escribiera en el post de la semana pasada, la Gran Guerra resucitó antigüos rencores étnicos, religiosos y nacionalistas que la política de "un territorio, una nación" del presidente norteamiercano Woodrow Wilson no pudo aplacar. Dichos resquemores permanecieron reprimidos durante casi un siglo hasta que muchos de los países nacidos en los años de la primera posguerra colapsaron bajo el peso del sistema comunista en pleno derrumbe. Años de represión y mando militar no lograron tampoco silenciar los rumores de la que Umberto Eco definió como una de las características del siglo XXI: el resurgimiento de los nacionalismos.

Lo que vemos en el Cáucaso es un eslabón más de esta cadena que no parece tener fin. Aqui podemos incluir a la guerra entre Azerbaiyán y Armenia, las dos guerras de Chechenia (rescatando las poco escuchadas denuncias de las atrocidades del ejército ruso en ambos conflictos. El éxito en la segunda ofensiva catapultó a Vladimir Putin al estrellato político.), los malestares separatistas en la república rusa de Daguestán, y los recientes enfrentamientos en Osetia del Sur.

Como miembros de la comunidad internacional, sólo nos queda denunciar las terribles consecuencias de la guerra y luchar para que nunca ocurran. Empero, nunca antes Occidente se encontró en una posición de debilidad moral como la que experimenta actualmente, sobre todo tras los latrocinios en Iraq y Afganistán. De una vez por todas debemos aprender la lección de 1914: la guerra total llevó a la destrucción de un mundo. Deben concluir las guerras: sólo sirven para que millones mueran, otros tantos queden desgarrados de dolor, generaciones enteras mutiladas para que unos pocos capitalistas se llenen los bolsillos con la venta de armas. Hasta que no concluya definitivamente esta, la forma más extrema de la explotación del Hombre por el Hombre, no seremos libres.

sábado, 2 de agosto de 2008

Hace 94 años


Tierra de nadie
Imagen de dominio público

El 2 de agosto de 1914, Gran Bretaña entraba oficialmente en la Primera Guerra Mundial. Hasta entonces, las declaraciones de guerra entre los paises europeos se habían sucedido sin que nada pudiera frenarlas. En aquel entonces, Argentina mantenía un vinculo estrecho con el Reino Unido en todos los aspectos imaginables. La participación británica en la Gran Guerra debilitaría su liderazgo como potencia mundial, ya en declive desde 1890 según Rondeau Cameron. Sin embargo, la principal consecuencia de la guerra fue la crisis de todo un sistema de valores y creencias que se había impuesto paulatinamente desde, por lo menos, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.

Una visión que puede tenerse del mundo que se terminó en 1914 es la de aquel que se acerca a un estado de progreso material y científico cada vez mayor. Los avances tecnólogicos eran vistos como el vehículo para la superación del ser humano y para la construcción de un mundo ordenado y pacífico. La Gran Guerra mostró que la ciencia puede utilizarse también para la autodestrucción del Hombre, minado así la fe en el Progreso que había caracterizado a las generaciones victorianas.

A partir de entonces el mundo pareció perder el rumbo: el siglo XX "corto", como lo llamó el historiador Eric Hobsbawm al delimitarlo entre 1914 y 1991, vio la luz en medio de los estruendos de la guerra. Dicen los psicoanalistas que el trauma del nacimiento marca cómo la persona pendulará durante su vida entre el Eros y el Tánatos. La sistemática utilización del ingenio humano para la destrucción de sus semejantes en escalas nunca antes vistas mostró que lo tanático predominó; los sucesivos Holocaustos son prueba de ello. El siglo XXI no parece ajeno a este devenir de la Humanidad, en donde todavía se sienten los viejos rencores y odios despertados por la Primera Guerra Mundial.

Otra visión que puede tenerse de la irrupción del conflicto es que puede interpretarse como la segunda parte de una dialéctica histórica. A un mundo ordenado y en progreso, se le contrapone un mundo caótico que preanuncia el fin del capitalismo; son los dolores de parto del sistema socialista tras una guerra de burgueses. De hecho, el gran temor de los años de la primera postguerra fue la expansión del comunismo entre las masas hambientas y desocupadas tras la Revolución Rusa de octubre de 1917. A partir de aqui se siembran las semillas del mundo bipolar de la Guerra Fria.

La Gran Guerra no tenía objetivos claros; no se peleaba por territorios, sino que se buscaba la aniquilación total del enemigo. Tarea, por supuesto, imposible: la guerra de trincheras es sinónimo de este empate hegemónico entre los bandos en pugna. Lo único que tenía cabida era el horror, el genocidio, la tierra de nadie. El mundo aún no se liberó de tales pestes.