martes, 14 de abril de 2009

Candidaturas testimoniales: ¿testimonio de qué?

Dos corredores pasando el testimonio
Imágen de dominio público

Resuena por los medios de comunicación y en las tribunas políticas la última idea del Gobierno en materia electoral: las "candidaturas testimoniales". Aparentemente, el ex Presidente en ejercicio quiere que gobernadores e intendentes se presenten como candidatos a cargos legislativos en las elecciones adelantadas, sin tener jamás la intención de asumir esos puestos sino seguir en sus actuales funciones ejecutivas. A esto lo llaman "testimonio de militacia y compromiso por la democracia".
En los años de vacas gordas, la oposición se llamaba a sí misma "testimonial" cuando el Congreso era "la escribanía del Ejecutivo". Ante la por entonces abumadora mayoría oficialista en ambas cámaras, la oposición no tenia más remedio que hablar sin ser escuchada. Es decir, ser completamente inútil.

En el caso de la actual estrategia oficial para las próximas elecciones, estamos tambián ante un tropel de candidatos inútiles. No sólo no van a asumir los cargos legislativos a los cuales se postularían, sino que mientras dure la campaña no van a cumplir con sus actuales responsabilidades. Pero eso parece no importar: el dengue, la inseguridad, la inflación son todos inventos de la prensa ó de una oposición destituyente. La realidad es que la economía no sólo no está resistiendo heroicamente los embates de la crisis internacional, sino que está en plena reactivación. Asi se expresó NK ayer en un acto partidario. ¡Vaya problema!

El principal motivo para lanzar este tipo de candidaturas es la baja imagen del ex presidente en las encuestas y una segura derrota ante las fórmulas del PROperonismo y la alianza UCR-CC. De esta forma, intendentes y gobernadores serían las locomotoras del armado kirchnerista traccionando los votos que se le escaparon al ex presidente. No sólo este armado es inmoral por las razones que expusimos más arriba, sino también inconstitucional. El artículo 75 de la Constitución Nacional establece claramente que los gobernadores de provincia no pueden presentarse a cargos legislativos por las provincias a su mando. Scioli fue electo gobernador de Buenos Aires hasta 2011, por lo que debería esperar hasta las legislativas de 2013 para poder sortear el impedimento constitucional mencionado, a no ser que decida presentarse a una reelección para su cargo actual o ser el "presidenciable" post-K. Dado su apoyo a la estratagema pingüina, estas dos hipótesis acerca del futuro del ex motonauta parecen, por lo menos, lábiles.

Dicho todo esto, es hora de volver a la pregunta que nos hicimos en el título de esta nota "¿testimonio de qué?". En las carreras de postas, el testimonio es un palito que se pasa de mano en mano al corredor que está delante para que lo lleve a la meta. En este caso, el testimonio es la reiterada violación no sólo a las normas constitucionales o a las dictadas por el mismo gobierno que ahora las ignora, sino también la permanente falta de respeto a la inteligencia del pueblo. Y esto vale también para la estrategia del gobierno de la Capital, que postula a diputada a su Vicejefa. Si bien las responsabilidades institucionales de Michetti no son iguales a las de Scioli o los intendentes del Conurbano, no es correcto que interrumpan un mandato para postularse a uno nuevo. Si algo puede rescatarse de Michetti, es que ella pasaría a ocupar un puesto de mayor jerarquía del que ocupa ahora. Sin embargo, es muy difícil comprender por qué el gobernador de la provincia más rica del pais quiere dejar tan codiciado puesto por una banca de diputado. O, más complejo aún de entender, por qué los caciques del conurbano sacrificarían el control de la caja municipal y de sus respectivas comunidades por una banca. Estaría pasando el testimonio hacia atrás, yendo hacia el punto de partida. Y los que retroceden hacia prácticas políticas que se creían superadas por la Constitución de 1853-60, no son aptos para construir el futuro de mayor institucionalidad e imperio de la Ley que tanto necesita la Argentina.

lunes, 6 de abril de 2009

A una semana y ya andan volando


Buitre
Fuente: Wikipedia
Reproducida según los términos de la licencia Creative Commons

El Presidente Raúl Alfonsín murió hace sólo una semana y los políticos ya pelean por quién se queda con la mayor parte de los restos de su legado político. A esto, los medios lo presentan como "capitalización política" del clamor popular por más y mejor Democracia y por dirigentes que estén más a la altura de los epítetos que se le endilgan al líder radical.

Hoy, los argentinos tenemos un nuevo prócer que aún no es patrimonio de las distancias y nieblas que imponen los manuales de Historia de la primaria. Pudimos escucharlo, homenajearlo en vida, discutir con él y elevarlo a las categorías que la Historia reserva para los hombres y mujeres más sublimes que la transitan. El que escribe estas líneas nació en suerte bajo el mandato de aquel hombre que despedimos en medio de una congoja y admiración no vistas desde 1974, cuando falleció Perón. Es mi deseo, y creo que el de muchos, que nos dejen en paz la imagen que nos construimos de Don Raúl. Que dejen que hagamos nuestro duelo en paz y según nuestros tiempos, que aprendamos a ver la figura de Don Raúl más allá de lo que nos provoca el dolor de su muerte. Y queremos hacerlo sin la ayuda de los cínicos que siempre aparecen para hacerle ver al sufriente lo absurdo de su dolor, para luego convertir el legado del difunto en agua para su molino.

El sábado a la mañana, leí en los diarios de la Capital que no sólo el regreso de Cobos a la UCR es un hecho casi consumado, sino que Ricardo Alfonsín, hijo de Don Raúl, se presentaría como primer candidato en las listas de diputados nacionales del llamado "pan-radicalismo". Cuando aún podía sentirse en las escalinatas del Congreso el olor de las flores del velatorio de su padre, ya estaban los políticos tratando de encauzar para sí el reclamo popular del funeral de Alfonsín. No comprenden que ese hombre que salió a hablar con los periodistas tras la visita de Cristina para negar estos absurdos está atravesando una de las horas más oscuras de su vida. Estamos ante una familia que perdió a su patriarca y ya estamos azuzando a su primogénito para meterse en el llano de la política. Dejen que se despida de su padre, que asimile su dolor, que intente recuperar un mínimo de paz en su vida para luego pensar en una candidatura.

Los argentinos no aprendemos que detrás de la muerte de una figura pública hay una familia privada y una horda de amigos que quiere que se respete su recogimiento en estas horas de dolor. Que una persona desarrolle su actividad en público, trátese de un insigne periodista como Juan Castro o de un líder como Don Raúl, no justifica ni disculpa imponer las necesidades periodísticas o políticas a los rigores de la muerte.

El fallecimiento de Raúl Alfonsín no sólo fue la despedida de un líder querido y respetado por su pueblo, que se reencontraba con él tras los sinsabores que dejó una gestión que cargó con más expectativas de las que podía cumplir. Fue también el último gran acto político de Alfonsín: allí estaba la plana mayor del radicalismo caminando tomada de la mano, secundada por una sociedad que aprovechó para reclamar república, honestidad, cordura, consenso, diálogo y respeto a sus dirigentes. Es una señal de alarma que el pueblo deba usar el funeral del dirigente que lo condujo, junto con muchos otros luchadores que pelearon a su par, hacia la Democracia para poder expresar su reclamo de más y mejor Democracia. Se siente en todos los ámbitos el miedo a opinar y a disentir, y las multitudes expresaron su hartazgo en el funeral del "padre de la Democracia". Si hay algún legado que "capitalizar" de esta experiencia que acabamos de vivir, debe ser aprender a escuchar los mensajes que los hombres de a pie dejan en su camino por esta Tierra.