miércoles, 16 de septiembre de 2009

Reflexiones acerca de la libertad en la era K

Congreso Nublado
Foto tomada por el autor

Mientras esto escribo, la Cámara de Diputados de la Nación debate el proyecto de ley de medios presentado por el Gobierno. Horas de angustia le esperarán al país si prospera la iniciativa oficial, y no porque Clarín lo diga.

El proyecto que debate el Congreso en estas horas es una muestra más de que esta administración busca acrecentar sus espurios negocios, que con plena alevosía se desenvuelven dia a dia frente a los ojos de los ciudadanos, escudándose en la falsa defensa de los pobres, los desamparados y de aquellos a los que les secuestran la palabra como les secuestraron los goles.

En apenas un año de crisis económica, quedó demostrado que el crecimiento a tasas chinas que experimentó la economía desde 2002 fueron fuegos de artificio. Bastó un año de crisis para que las mejoras sociales acaecidas en estos siete años se desmoronaran a los niveles previos al estallido social de 2001. Y esto no es culpa de los monopolios mediáticos, sino de un Gobierno que jamás se preocupó, ni estuvo en sus intereses, modificar la estructura de la economía nacional y del Estado para evitar que volvieran a ocurrir las calamidades de principios de esta década.

Sin embargo, el Gobierno usa sin cesar a aquellos que dice haber sacado de la pobreza y devolverles la ilusión de un futuro mejor, y que por su irresponsabilidad a la hora de administrar los caudales públicos nuevamente arrojó al padecimiento de sus históricos males. Los responsables de este desastre social que vemos en estos dias no sólo son los que nos gobernaron en estos siete años, en el menemismo y en la dictadura, sino también de aquellos a quienes el título de opositores les queda demasiado grande. Genuflexos como pocos, mezquinos lamentablemente como muchos, dieron luz verde con su ineptitud y palabrerío estéril a la segunda ola de graves atropellos a las libertades civiles y al andamiaje democrático de la República en sus últimos 25 años de gobiernos civiles. Tan descarada fue su ineficiencia que se autodenominaron "oposición testimonial" hasta que fue demasiado tarde para oponerse a la maraña de negocios privados con bienes públicos que montó esta administración autodenominada "progresista".

Mientras tanto, el oficialismo procede con modales de elefante sobre todo lo que le resulta antipático. Los ministros se convirtieron en hábiles esgrimistas del insulto, el lenguaje soez y del discurso de barricada cuando deberían ser ejemplos, junto con legisladores, jueces y periodistas, de la reflexión serena y racional. ¿Qué más puede esperarse acaso de un gobierno que pasa más tiempo preocupándose por las encuestas, por las tapas de los diarios y por el fútbol que en resolver los serios problemas del pueblo? ¿Qué más puede esperarse de diputados y senadores que se preocupan por que sea su voz la que más retumbe en las bóvedas del Congreso para exaltar a las hordas de fanáticos que llevan a los balcones y comisiones para tapar las voces disidentes? ¿Qué más puede esperarse acaso de periodistas que, olvidándose de la ineludible responsabilidad crítica de la profesión, sirven de espadachines a sueldo para los oscuros intereses de los grandes monopolios?

Todas las disputas a las que asistimos son por dinero y poder. No hay en los discursos políticos de estos dias, salvo honrosas excepciones, defensa alguna de la libertad de expresión ó genuina preocupación por resolver las angustias de los argentinos sino por ver quién dispara primero y cómo se queda con los despojos de su enemigo. Peor aún: esas disputas de poder son presentadas como grandes cruzadas épicas en contra de aquellos que quieren transformar a la Argentina en un reino del terror mediático y del egoismo capitalista. Clarín miente, TN desinforma y la Sociedad Rural es angurrienta: eso es verdad. ¿Pero acaso no vivimos en un país que se rige por una Constitución liberal y que, como tal, permite la expresión y la defensa de intereses tan inconfesables como los que se denuncian? Por eso están acertados también los que dicen que tanto la nueva ley de medios como las retenciones a las exportaciones son fascistas: las voces críticas, motivadas por el interés que sea, y las ganancias extraordinarias de ciertos secores económicos, más allá de qué tan concentrados estén, claramente deberían ser resquicios permitidos por el Poder.

Según esta visión, que claramente puede deducirse de los actos de este gobierno, las libertades no son inherentes al hombre sino concesiones que hace la autoridad. Es el Estado el que decide cuánto gana el campo y a quién se le van a entregar los fondos de las retenciones; el que decide cuánto ganará la industria gracias a la controlada devaluación del peso; el que decide cuánto ganará el comercio gracias a los marciales controles de precios y aprietes de Guillermo Moreno. Es el Estado el que decidirá, de aprobarse la ley de medios, quién y hasta dónde podrá hablar en radio y televisión merced al draconiano desguace de los multimedios, la mayoría del Poder Ejecutivo en la futura autoridad de control y los hasta hoy discrecionales repartos de publicidad oficial y accesos a la información pública. ¿Cómo los medios no van a desinformar si nadie en el Gobierno atiende los teléfonos cuando un periodista llama para preguntar o confirmar un dato? ¿Cómo podrán los medios reflejar la tan anhelada visión oficial de esa Argentina sin inflación, sin pobres, con crecimiento económico y empleo si se miente con las cifras del INDEC y si la comunicación oficial está en manos de dos personas que prefieren la cadena nacional ó el "contacto directo con el pueblo" porque desconfían de lo que dicen las "letras de molde"?

Por supuesto que los gobernantes pueden discrepar, enojarse y expresar esos sentimientos en público respecto a lo que se dice en los medios, pero lo que se vive en estos últimos seis años respecto a la prensa es ya demasiado. Particular indignación produjo la respuesta del ex presidente Kirchner al periodista de Clarín que le preguntó por su patrimonio y su pensión. Tiene razón el ex presidente cuando afirma que eso "es problema mio". Sin embargo, olvida que se trata de un ex funcionario público que recibe fondos del Estado y tiene obligación de responder públicamente por el desmesurado incremento de su patrimonio y lo que hace con la jubilación de privilegio que le pagamos todos los argentinos que aún soportamos la descomunal presión impositiva de la era K. Por más que le pese al señor Kirchner, tanto la señora de Noble como el señor Magnetto no son funcionarios y ganan su dinero en actividades privadas, por lo que sólo deberán rendir cuentas de sus actos ante la Justicia, no a la ciudadanía, de existir la más mínima sospecha de irregularidad en su desempeño económico.

Es momento de mirar qué se está haciendo con nuestro país y luchar para vivir en libertad. El desánimo de estos tiempos es el aliado perfecto para el poder político, que busca desde tiempos inmemoriales pueblos sumisos y callados. Las nuevas teconologías, como este blog, permiten expresarnos sin permiso de nadie a los que a ellos podemos acceder. Pero debemos mirar más allá de nuestra cómoda situación y luchar en beneficio de aquellos que no tienen esta oportunidad. Para que, como dijo el diputado Bonasso en la Cámara hoy, los grandes medios puedan hablar de inseguridad, pero que los campesinos del noroeste y noreste de la Argentina puedan hablar de la marginalidad, desocupación, destrucción de modos de vida y transporte que los integraban con poblaciones aledañas y lejanas.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El Zen y la Bruja


Coche La Brugeoise serie 1 (1915)

En febrero de 2004, intenté tomar clases de karate en el gimnasio al que concurro habitualmente. Conocer una forma de ver el mundo bastante diferente a la mia era todo un reto en aquel entonces: recién salido de la secundaria, hiperactivo, controlador al máximo, simplemente no podía concentrarme. Me la pasaba mirando lo que hacían los otros socios en los aparatos, lo que ocurría en la recepción, la ropa de los transeúntes: nada más inapropiado para una clase en donde hay que estar atento a lo que dice el Sensei, y obviamente al puño del adversario.

Sumado a que no practicaba en mi casa las técnicas aprendidas en clase, ya que de tan cansado que llegaba me duchaba y luego me ponía frente al televisor a ver series de los 60 en el cable, mi desempeño en el dojo no era el mejor. Una tarde, el Sensei notó mi distracción y me dijo una frase que no olvidaré jamás: "cuando se come, se come. Cuando se duerme, se duerme".

En estos días, esa frase sonó insistentemente en mi cabeza. Estoy planeando la construcción de un modelo a escala de un coche La Brugeoise serie 1 de la línea A del subte de Buenos Aires. Como el diseño de carrocería original (el que yo replicaré) ya no existe gracias a que los trenes fueron reformados a su aspecto actual en 1927, debo basar mi reconstrucción en fotografías, relatos de viajeros de aquel entonces (difícil que alguien se acuerde con sumo detalle cómo era el interior de las Brujas entre 1913 y 1927), y una activa imaginación. Las vistas y el viajero ya los conseguí; la imaginación también.

El gran problema es que la imaginación no siempre se comporta como uno necesita ante retos tan demandantes como al que la vengo sometiendo desde hace meses. Amigos, parientes que ya no están, programas de televisión, películas, citas literarias, brillantes ideas para posts del blog que nunca escribo por mi inevitable tendencia a postergarlo todo, el ruido del subte, música: cosas que pueblan mi mente y que no me dejan concentrarme en la Bruja. Hasta que, haciendo un tremendo esfuerzo, lo logro.

Y ahi viene el gran reto: dejar de pensar en la Bruja. Quiero pensar en otra cosa, en una persona, y no puedo. Aparece la Bruja, con su aspecto en blanco y negro de la Belle Époque que las vio nacer, el ruido de sus motores y frenos en el superpoblado subte Anglo de 2009, en donde siguen andando con 95 años a cuestas. Ahi está la Bruja, quitando de mi mente toda otra cosa que no sea sus ansias de renacer en su forma original. Patalea, grita, se mueve dentro de algún útero cerebral que crece cada día más.

El viernes terminé los planos, mañana empiezo a acopiar los materiales. Pronto comenzará la etapa más complicada de la gestación, y a no descansar hasta el parto. Y luego, ver que funcione: que corra por la vía, que pueda cambiar de camino sin descarrilar ni matar a nadie, que su suspensión resista los desniveles, que sus motores no se quemen en la mitad del viaje, que no opte por prenderse fuego antes de que cumpla tantos años como sus antecesoras de verdad, que quiera ser de verdad. No se conformará con transportar aire en sus lujosos interiores: querrá crecer y llevar gente, servir de modelo para una nueva Bruja serie 1 que podría montarse en el chasis del coche 43, que se incendió hace nueve años en Primera Junta. Querrá volver a Polvorín, el hogar de sus hermanas mayores. Y habrá que dejarla ir, para no defraudar al Sensei.