miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sobre las críticas a "los medios"

Lejos está de mi defender a los grandes conglomerados empresarios periodísticos, que tienen enormes recursos para pagarse una defensa que sin dudas será muchisimo mejor a la que pudiera esgrimir en pocas líneas en este espacio.

Sin embargo, algunas cuestiones de esta nueva moda de criticar a "los medios" ya me cansaron. Muchos se creen que por ver "67rrocho" todos los dias o escuchar a la Presidente por cadena nacional mientras pierde el tiempo hablando del "pais real versus el pais virtual" en pleno discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso (compromiso en el que líderes como el Presidente de los EE.UU o la Reina de Inglaterra enumeran las acciones de gobierno para el año que comienza y en donde se puede ver a los líderes de los diferentes partidos políticos sentados uno al lado del otro departiendo amablemente) ya están habilitados para criticar a "los medios". Pues no es asi.

Primeramente, el planteo tiene un vicio de origen. "Los medios", como colectivo pseudosociológico, no existen. Lo que hay es una diversidad de medios de comunicación, y es fundamental rescatar esta noción de "diversidad" ya que cada medio construye una semiosis, en el sentido de Charles Sanders Peirce y Eliseo Verón, que le es propia e insistituíble. Tratar de meter tamañas cadenas de interpretantes dentro del concepto "los medios" es no sólo imprudente sino malicioso por el simple hecho de que toda simplificación in extremis implica, necesariamente, una desinformación. Cometen así el mismo pecado que acusan en los "medios hegemónicos", y el tragicómico error de utilizar en su contra las semiosis que estos construyen como si una misma arma empuñada por manos "militantes" pudiera arrojar resultados diferentes a los que se denuncian. Basta comparar la enunciación de los diarios Clarín y El Argentino para darse cuenta de que el segundo es tan sólo una mala copia oficialista del ya insufrible primero. Entre tanto periodismo militante, sea de oficialismo u oposición (otras bolsas de gatos como "los medios"), la verdadera víctima es el verdadero periodismo: aquel que sin renegar de su subjetividad, se empeña en mostrar todos los aspectos y las relaciones entre ellos que pueda tener un asunto.

En segundo lugar, son llamativos los comentarios que dejan los lectores de los llamados "medios hegemónicos" en las versiones online en donde manifiestan su profunda indignación por el "sesgo" del periodista o cuestionando que este "no diga toda la verdad". Me pregunto: si ya los lectores conocen "la verdad" y, además, las formas ideales para transmitirla, ¿para qué pierden su tiempo, ancho de banda y dinero en leer un diario? Arriesgo una explicación: buscan la dicha perversa del escarnio.

En su afán de vomitar todo el veneno que ingieren en el ajetreo cotidiano, los comentaristas de "los grandes medios" hacen gala de una llamativa soberbia para tratar a los periodistas de "tendenciosos" (como si un ser humano pudiera escribir ascépticamente como si fuera una máquina ajeno a conflictos, opiniones e intereses que, les guste o no a los lectores, tiene todo el derecho de defender) o de acursarlos de "desinformar".

¡Y pobre del cronista que ose equivocarse en algo! Ahi aparece el regodeo sobre el equívoco del otro, esa irrefrenable pulsión del ser argentino del "yo lo sé todo" que se vomita haciendo gala de una improbable fruición por los "datos duros y probados" que Google siempre está dispuesto a facilitar apenas lo requiera quien emprenda, como una extraña mezcla de Sarmiento y el Quijote, una pintoresca lucha contra "la ignorancia" que no tiene nada de pedagógico pero mucho de fascista. No importa si saben de lo que habla la nota, lo que importa es mostrarle a los demás lo equivocado que estaba el periodista pero no para salvar ua error, que nadie está exento de cometer y una correción bienintencionada es sumamente apreciada por el confundido deseoso de perfeccionar su arte, sino por la dicha perversa que ocasiona el escarmiento público.

Mientras tanto, se sigue vociferando contra "los medios" y al respecto quisiera agregar una reflexión final. El problema que ocasiona tan extrema simplificación, a lo que se suman los que gozan con el escarnio, es básico: esos medios son voces que se silencian tras el bullicio. No importa lo que puedan tener o no de sustancial ni los matices que pueda haber entre ellos, sino sólo si están "a favor" o "en contra" y si dan o no al lector lo que quiere o espera leer en una inconsciente restauración de la tan denostada demagogia.

lunes, 16 de agosto de 2010

Modernidad

"No acepten lo habitual como cosa natural pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad conciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar." Bertolt Brecht

miércoles, 2 de junio de 2010

El coche 10 volverá a rodar

Coche 10 en servicio en los 40 (enelSubte)

Singular alegría me causó enterarme esta mañana que las tareas de restauración del coche La Brugeoise 10 marchan viento en popa. Este coche llegó al país en septiembre de 1913 desde Brujas, Bélgica, con un diseño bastante diferente al que tiene ahora: cabinas tranviarias en las puntas para poder subir a ellos en los refugios de superficie (dos coches del Subte eran desacoplados de las formaciones que llegaban y salían por la rampa de Primera Junta para ir por superficie hasta Rivadavia y Lacarra, con servicios cortos hasta Quirno), amplias ventanillas dotadas de cortinillas para protegerse del Sol, molduras y ornamentaciones de madera de roble cuidadosamente trabajada, tulipas de bronce tallado con plafones de cristal esmerilado, asientos de patas torneadas y tapizados en cuero escarlata, pasamanos de bronce. En 1927, tras la cancelación del servicio mixto, fueron reformados a su estilo actual. Con los años, fueron perdiendo de a poco sus detalles de lujo.

Sin embargo, da pena leer los comentarios que dejan algunos en los diarios. Conocida es la polémica entre Jorge Fontevecchia y Víctor Hugo Morales sobre los comentarios que dejan los lectores en las edciones online: "algunos vomitan veneno", dijo Víctor Hugo. Lamentablemente, ese veneno corroe las mentes argentinas desde tiempos inmemoriales, y nos llevó a una decadencia de la que no se ve una salida pronta y duradera. "Las cosas viejas hay que tirarlas", "esos cajones de manzana no deberían circular", dicen.

¡Pobres de aquellos que no tienen la sensibilidad para apreciar las cosas buenas que aún sobreviven en este país! En 1913, los coches La Brugeoise transportaban un pueblo optimista y convencido de su futuro de grandeza. Hoy, transportan bestias que quieren verlos tirados en un descampado a la vera de la historia, que gozan rumiando su nihilismo criado bajo sucesivos gobiernos que hundieron al país no sólo en la pobreza material sino en la indigencia intelectual.

La identidad, tanto de las personas como de las sociedades, se construye gracias al fino hilado de las experiencias vividas. Los pueblos sin memoria no tienen identidad y estarán condenados a ser rebaño de los poderosos. Todavía estamos a tiempo de dar vuelta la Historia con pequeños gestos como el que hoy celebramos.

viernes, 5 de marzo de 2010

Seis años sin Juan Castro

En la terraza de Canal 13, marzo de 2003
(Foto: Revista Noticias)

2004 - 5 de marzo - 2010

Mientras duró, de todo hizo placer
Cuando se fué, nada dejó que no doliera

Macedonio Fernández

viernes, 8 de enero de 2010

Sin reservas


El Gobierno está dispuesto a todo para hacerse de una de las pocas cajas que quedan sin tocar en el pais. Después de dias de tensión, se conoció ayer el despido de Martín Redrado de su cargo de presidente de Banco Central (BCRA) merced a un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Ese mismo instrumento había sido utilizado antes de que finalizara 2009 para crear el Fondo del Bicentenario: 6500 millones de dólares destinados al pago de los vencimientos de deuda de este año para liberar recursos presupuestarios.

En principio, el objetivo del Fondo del Bicentenario es loable: al usar reservas, por las cuales el país obtiene un 1% de interés al tenerlas depositadas en la Reserva Federal de los Estados Unidos o en el Banco de Basilea, se podría cancelar deuda "cara" sin afectar para ello recursos corrientes. Estos serían utilizados para "incentivar el consumo", según el discurso oficial. Y aquí aparecen varios puntos cuestionables:

  • Las reservas del BCRA no son dinero líquido almacenado en una gran bóveda que no tiene más utilidad que juntar polvo hasta que ocurre una corrida bancaria o cambiaria. Los dólares que todos los días compra la autoridad monetaria forman parte de los activos de la entidad. Y como todo activo, tiene como contrapartida un pasivo: los pesos argentinos que están en los bolsillos de empresas y particulares, además de los que están atesorados en cuentas bancarias. Como si fuera poco, estos pesos fueron a su vez reabsorbidos por el BCRA para evitar que la estrategia de acumulación de reservas derivara en una inflación aún más elevada que la actual; las Letras y Notas del Banco Central son papeles de deuda que el BCRA coloca en los bancos a cambio de los pesos que acaba de emitir para comprar dólares.
  • Las "reservas de libre disponibilidad" no existen: cuando se pagó la deuda con el FMI en enero de 2006, el Gobierno creó por ley el concepto de "reservas de libre disponibilidad". Según esta caracterización, existen reservas en moneda extranjera que cubren la oferta monetaria en pesos a la paridad vigente: esas no pueden tocarse. Por sobre ellas, hay un excedente de dólares que no sería "necesario" para cubirir la oferta de pesos a la paridad vigente, por lo que podrían utilizarse para otros fines sin afectar la estabilidad cambiaria. El gran error de concepto en este andamiaje es que todas las reservas en moneda extranjera son acumuladas contra la emisión de pesos y, en forma secundaria, contra la emisión de Letras, Notas y pases pasivos. Por lo tanto, si se tocan los dólares acumulados, se "descalzan" las obligaciones que el BCRA contrajo para acumularlos.
  • El instrumento utilizado para crear el Fondo del Bicentenario es objetable desde el punto de vista legal. En enero de 2006, se habilitó el pago al FMI gracias a que las "reservas de libre disponibilidad" fueron creadas por ley, además de que estas se destinaban al pago de un acreedor institucional. Las reservas afectadas fueron luego recuperadas por el BCRA sin grandes alteraciones en el mercado cambiario más que el definitivo traspaso de la barrera psicológica de los tres pesos por dólar hasta estabilizarlo en los 3,06 $. Sin embargo, el Fondo del Bicentenario será utilizado para el pago a acreedores particulares, por lo que expone a todas las reservas a un riesgo innecesario de embargos por parte de los fondos buitres. Como se dice en la jerga financiera-legal, el Fondo del Bicentenario está "flojo de papeles", lo que explica que tanto el departamento de Legales del BCRA como el estudio de abogados que lo representa en Nueva York, transmitieran a Redrado sus reparos en habilitarlo.
Otro punto, y que quizás sea el más importante, es el político y por eso merece ser tratado en forma independiente. El objetivo del Fondo del Bicentenario es crear el efecto psicológico en los acreedores de que el país puede pagar sus obligaciones y que, por lo tanto, les conviene aceptar el canje de deuda que comenzará en breve en lugar de continuar sus juicios contra el Tesoro. El por qué de la creación de este instrumento, a pesar de la versión oficial, sigue siendo poco claro. ¿Por qué tanta premura del Gobierno por pagar las obligaciones que están en default desde 2001? La respuesta es que el Gobierno busca acceder nuevamente a los mercados de crédito para financiar sus crecientes gastos. El gasto público viene creciendo aceleradamente y hoy se encuentra por encima del récord histórico alcanzado en tiempos de la Convertibilidad. Más de veinte provincias tienen sus cuentas en rojo, y algunas de ellas (Córdoba, por ejemplo) ya tienen cuasimonedas listas para salir a la calle apenas el Gobierno nacional deje de transferir fondos para pagar los gastos más urgentes. Con un poder en declive permanente e inexorable, el kirchnerismo necesita cada vez más plata para mantener la paz social y el apoyo de gobernadores de provincias en las que el sector público es más grande que el sector privado.

Se buscan permanentemente formas de aumentar la recaudación por todos los medios en lugar de optar por una estrategia de eficiencia en el gasto. Así, para este año el Gobierno prepara medidas para avanzar sobre el sistema financiero, hoy con grandes cantidades de liquidez debido a la escasa demanda de créditos que hay en la economía: reforma de la ley de entidades financieras, gravámenes sobre la renta financiera. Esta última medida llama poderosamente la atención, ya que fue descartada para financiar la Asignación Universal por Hijo pero será usada para pagar vaya a saber qué. Este paquete de medidas explica, además, el apoyo de ADEBA, agrupación que nuclea a los bancos privados: ellos concentran la mayor parte de la deuda local impaga, por lo que la constitución del Fondo del Bicentenario les resulta sumamente conveniente. Otra vez, el interés de un pequeño grupo pone en riesgo la estabilidad monetaria e institucional de todo un país. Además, el Fondo les sirve de reaseguro a todos los bancos ya que evitaría, por lo menos por un tiempo, que el Gobierno ponga su mira sobre la liquidez de los banqueros.

Es así cómo llegamos al despido de Redrado. Su gestión al frente del BCRA deja mucho que desear: inflación que, bien medida, ronda el quince o veinte por ciento anual; acumulación de reservas contra deuda tal como se explicó más arriba. Que se haya negado a constituir el Fondo del Bicentenario no es un acto de heroísmo: a un Gobierno en caida libre en las encuestas cualquiera se le atreve, incluso los que escribimos columnas como esta. Además, se negó a hacerlo porque la oposición presentó us cuestionamientos ante la Corte Suprema, por lo que obedecer al DNU de la Presidente lo hubiese puesto en serio riesgo de ser enjuiciado. Según salió publicado en varios medios, la intención de Redrado era habilitar el Fondo una vez que la Justicia su hubiera expedido sobre la cuestión de fondo. Eso no alcanza para lavar el triste récord de su gestión, que permitió el aumento constante de la masa monetaria que, junto al elevado gasto público destinado a fines cuestionables según su eficiencia y pertinencia, llevaron a los trabajadores argentinos a pagar un impuesto inflacionario de más del 15 % anual. Paradojas de la Argentina kirchnerista: se subsidia el gas de las clases medias y altas, se acumulan reservas para ser usadas sin control parlamentario (por eso el DNU) y se crea una inflación elevada que terminan pagando los más pobres.