sábado, 28 de junio de 2008

Cuestión de cáscaras


Foto tomada por Gonzalo Ciarleglio, administrador del blog.

A mi abuelo le encantan los limones. En la casa de cada uno de sus hijos, y en la suya propia, plantó un limonero. Mi casa se le adelantó: los propietarios originales ya habían plantado uno, pegado al del vecino. Mi abuelo busca limones que tengan mucha pulpa, así rinden más en estos tiempos de inflación, dice. Él sabe lo que dice: 80 años de vida en Argentina no pasan en vano.

Le pone limón a todo, sobre todo a esas bebibas hechas con hierbas de los montes ("yuyos", diría la Presidenta). Cada vez que viene a mi casa, depreda a mi pobre árbol. La planta tendrá unos cincuenta años y da unos frutos redondos, de piel tersa y llenos de jugo. Se queja mi abuelo de que el limonero de la casa de mi tío es avaro: pura cáscara y nada de jugo. El que tiene en su jardín todavía es muy joven como para arrancarle algo.

Mientras toma su aperitivo con jugo de mis limones, ve los noticieros. Y después los canales de noticias. ¿Por qué será que todos los ancianos que conozco tienen esa afición por las noticias? ¿Será para aferrarse un poco más a un mundo que los deja inexorablemente atrás? ¡Quién sabe! Pero él ve los boletines y se queja de los muñecos inflables y de las carpas en la Plaza de los Dos Congresos. "Esa plaza tardó seis meses en construirse para festejar el Centenario", me cuenta, "y ahora estos vándalos rompen el pavimento con esas carpas mientras toman mate y juegan al truco todo el dia"

Un periodista marcó, hace unos días, la diferencia entre la Argentina del Centenario, representada por la carpa del campo, y la del Bicentenario, encarnada por las carpas oficialistas. "Son el mismo perro con distinto collar", dijo mi abuelo. Tiene razón: la plaza hermana a campo y gobierno, que se comporta hoy como los conservadores de ayer. Los conflictos del Centenario siguen sin resolverse en medio de cáscaras vacías, como los limones del árbol de mi tío. Ahí están el toro Alfredito y la pingüina Cristina (sin su grueso maquillaje esta vez), el toro mecánico, las carpas. Todas llenas de aire y plasmas. Pero el cascarón más grande es el Congreso: días de debate lleva el proyecto oficial sin que haya una idea clara de lo que pasa. Años de orfandad tras gobiernos democráticos y dictaduras hermanados por la autocracia y el aire caliente. Parece que con esta administración se convirtió definitivamente en una repetición del Hindenburg: los votos se escapan, el globo se desinfla.

Después de todo, mi abuelo tiene razón: los limones que son pura cáscara no sirven para nada.

3 comentarios:

Denis Fernández dijo...

Gonza:
durante mi infancia cada vez que venía a casa mi tía María, inmigrante del sur de Italia, más precisamente de Sicilia, traía en una enorme bolsa...paltas. Muchas ricas y pulposas paltas, de esas que no se consiguen en la mayoría de las verdulerías.
La tía María venía desde su casa de Lomas, ahí donde hay árboles a doquier (el Conurbano bonaerense tiene más verde que Capital Federal).

Llegaba, tratábamos de evitar que nos de un beso (perdón por lo que voy a decir, pero un porcentaje de las italianas no suelen depilarse y mi tía pincha...y mucho), agarrábamos las paltas, las mezclábamos con mayonesa o salsa golf y las devorábamos. Un día se mudó. Hoy me olvidé como eran las ricas paltas, jamás volví a comer una igual a la del árbol de mi tía María, esa tana sureña.

Mi esperanza de volver a sentir el gusto de una palta carnosa, bien nutrida, con mucho relleno dentro de su cáscara, se desvaneció. Las veces que volví a comer una, la tuve que dejar por feo gusto.

Esto mismo les debe pasar a las personas mayores que vivieron cada etapa de nuestra historia reciente. En algún momento conocieron las ricas paltas, hoy ya ni se deben acordar como era su gusto.
Saludos!

Anónimo dijo...

Mi abuelo falleció hará un mes y algo. Con él solíamos hablar mucho de política; yo lo consultaba siempre sobre la vida cotidiana bajo el peronismo, bajo los conservadores, bajo Frondizi, etc. . Mi abuelo nunca fue peronista, y siempre detestó a los militares y a la Iglesia católica: "Los militares nunca deben salir de los cuarteles" vociferaba, golpeando la mesa con el puño. Le gustaba Frondizi y admiraba a los socialistas. Insistía en las instituciones, en la democracia y en los creativos (por esta razón admiraba a Capusotto). Una vez me recitó de memoria una frase de José Ingenieros: "Uno debe mirar bien alto y volar bien alto, como el águila, porque si uno se resigna a arrastrarse como un gusano renuncia a su derecho de protestar si es aplastado".

Saludos.

Denis Fernández dijo...

Hola Gonza: he recibido un premio como Brillante Web log. Como la consigna es entregárselo a siete blogs que te parece que deben recibirlo, te cuento que sos uno de ellos.
En mi blog está la nota sobre el premio.
Saludos