sábado, 7 de junio de 2008

Dia del Periodista


Foto: La Nación.com

Gracias a los avances tecnológicos en la Informática, la información circula por el planeta a una velocidad nunca antes vista. Esta urgencia por publicar deterioró profundamente la calidad de los textos periodísticos. Para no quedar fuera del negocio, los medios gráficos (y los audiovisuales también) se apropiaron de técnicas normalmente literarias y nació, así, el “periodismo literario”. El escritor peruano Mario Vargas Llosa considera que un escritor es “un rebelde contra la creación de Dios que es la realidad”[1] Si el compromiso del periodista es, justamente, con la realidad, el uso de los recursos literarios, ¿no erosiona la verosimilitud del discurso periodístico? No necesariamente.

En las escuelas y manuales de periodismo se enseña que los profesionales deben buscar la objetividad. Esta meta es cada vez más difícil de lograr: el avance de las comunicaciones ha vuelto todo más visible, por lo que el periodista ya no está tan obligado a ser un preciso instrumento de medición. El público lector espera textos en donde no sólo se presente la narración fiel de los hechos, sino que contenga algo de la subjetividad del narrador o de los actores de la noticia. En otras palabras, busca un texto con el que pueda identificarse más allá de lo racional, que sea capaz de transportarlo y de movilizar su sensibilidad. Ante esta nueva necesidad del público, cambia lo que entendemos por “verdad periodística”. Esta pasa a ser una construcción subjetiva de la realidad porque incluye todo lo que antes se negaba: lo esencialmente humano.

La literatura le provee al periodista las técnicas para mostrar lo que antes se negaba. En su novela “La insoportable levedad del ser”, Milan Kundera explica que el kistch es la “negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kistch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable”[2] En una crónica, hoy se pueden describir los horrores de la guerra o los sentimientos de una madre cuando ve nacer a su hijo porque se los empiezan a reconocer como parte de la naturaleza humana, lo que los hace susceptibles de ser publicados. En las imágenes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 no se ven ni muertos ni heridos, sino edificios derrumbados y gente cubierta de polvo. En la narración “clásica” que hicieron los noticieros, se puede adivinar el horror de tanta destrucción pero, ¿se puede sentir realmente?

El periodismo literario es la herramienta para que el lector (o espectador) sea realmente cómplice, como quería Cortázar. Ese lector abandona su cómodo sillón y piensa y siente con los protagonistas o narradores de la noticia. Padece y participa "de la experiencia por la que pasa el novelista, en el mismo momento y en la misma forma"[3] porque ahora puede identificarse con aquello inaceptable que el periodismo clásico no transmitía. (Juan Castro dijo, ironizando sobre Ser Urbano, que "la realidad nosotros ni te la mostramos ni la vivimos, sino que la sufrimos con vos" [4]) El ser humano es, al mismo tiempo, Razón y Emoción: negar alguna de las dos partes sería caer en la desinformación, una de las peores faltas éticas que se pueden cometer en la comunicación. Hoy, en el Dia del Periodista, valdría la pena recordarlo.


[1] Vargas Llosa, Mario en Saad Saad Anuar y De la Hoz Simanca, Jaime, El periodismo literario, www.saladeprensa.org/art289.htm

[2] Kundera, Milan, “La insoportable levedad del ser”, Fábula Tusquets Editores, primera edición argentina (primera reimpresión), abril de 2004, página 254

[3] Cortázar, Julio, “Rayuela”, Punto de Lectura, Madrid, 2001. Las itálicas son del texto original.

[4] Castro, Juan, "Kaos en la Ciudad", Canal 13, jueves 7 de agosto de 2003.

1 comentario:

Fabián Aimar (faBio) dijo...

Hasta aquí llegué leyendo del último post hasta este... ya volveré con tiempo, llegue desde el blog de Denis...
me gusta...
Cuando trabajaba en producción de espctáculos en Arentina, pude conocer a Juan Castro... era un tío de lo más majo e increíble, por su vitalidad, su humor y simpatía... en fin... las cosas pasan, la gente parte, y uno se queda con recuerdos guardados
un saludo y volveré con más tiempo