lunes, 12 de octubre de 2009

Ahogados


William Turner, "Fishermen at the sea"

Mientras leo los diarios, y en mi mente se confunden los titulares sobre la Ley de Medios y el asesinato de un joven de 18 años en Tigre, aparece esa palabra tan oportuna como molesta. Lamentablemente, no es la primera vez que interrumpe mis lecturas matinales y vespertinas. Ni siquiera me abandona cuando, harto de tanto diálogo de sordos en estas pampas, me pongo a leer el Times de Londres con la esperanza de encontrar en sus páginas algo que se parezca a la tan comentada caballerosidad y temple británico. La decepción ya es patrimonio histórico de la humanidad.

En 2003, un señor de Santa Cruz asumía la presidencia negándose a firmar el libro de actas con la tradicional lapicera de oro reservada a los presidentes. La banda le quedaba larga y le faltaba bastante almidón, y tampoco sabía qué hacer con el bastón de mando. En una entrevista que le hizo Juan Castro poco después de la renuncia de Menem al ballotage se definió como: "un hombre común con responsabilidades importantes". En la sala de edición, le cortaron el final. "Zaraza, zaraza", me imagino diciendo a Juan.

Sin embargo, K era un "tipo simpático" para los periodistas de la Capital. Su tropa estaba compuesta por hombres y mujeres que usaban ropa barata (su esposa no, que ya estaba habituada a los modos de la gran ciudad en su calidad de senadora), de modales austeros y lengua filosa. A muchos de ellos, y me incluyo, nos conquistó con esas ganas de arreglarlo todo ya. Veníamos de pasar tantas penurias, abandonos y enajenaciones como sociedad que nos aferramos a él, que hizo malabarismos con el bastón para luego demostrarnos que eso era parte de la hábilmente construída imagen de hombre común. K sabía muy bien cómo manejar las riendas, dónde golpear y dónde acariciar para que las cosas marcharan a su gusto.

Desde entonces, poco ha cambiado en los modos de ejercer el poder en la Argentina. Sin embargo, ya pocos fieles de corazón le quedan a su lado. Algunos nos alejamos pronto, otros no. La mayoría se la fue de las manos cuando quiso tocar la plata, como pasa siempre en este país. Cuando tocan nuestras libertades y nuestro derecho a vivir en paz, nada pasa. El silencio y la cobardía nos mantienen impávidos ante el poder derrotado, que sin pruritos sigue comprando voluntades a mano llena para agarrarse del reloj de Titanic. El pueblo pasa hambre, los gobernadores no llegan a fin de mes, la inflación se come ganancias y sueldos, la sequía arruina los campos y el trabajo de generaciones. Pero él sigue adelante: esas son cosas de "la contra", de "la oligarquía".

Ayer mataron a un chico de 18 años en Tigre de un balazo tras robar la casa en la que vivía con su madre y hermana. Cinco años antes, su padre había corrido igual suerte en manos de una delincuencia cada vez más desbocada y permitida por el poder corrupto y sinvergüenza. ¿Cómo hará el Jefe de Gabinete, de afamada retórica vulgar y chabacana, para explicarle a esa señora que quiere dejar el país que a su hijo no lo mató la inseguridad, porque eso es "una sensación que inventan los medios"? La bala que mató a ese joven, y antes a ese padre, no la dispararon ni Clarín, ni La Nación, ni Canal 13, sino un delicuente producto de los tantos negocios espurios que el Poder hace con la pobreza. Todos saben dónde están los que venden la droga, dónde aterrizan los aviones cargados de estupefacientes (hay 1200 pistas ilegales según denuncian Pino Solanas y Elisa Carrió), dónde están los radares de frontera que el Ministerio de Defensa desactivó hace meses, pero las sustancias corren sin problemas entre la población: la Justicia sospecha que la campaña presidencial de Cristina la pagó el narcotráfico.

Asi estamos, de batalla en batalla pero sin ganar la guerra. ¿No será que se están equivocando de escenario?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Reflexiones acerca de la libertad en la era K

Congreso Nublado
Foto tomada por el autor

Mientras esto escribo, la Cámara de Diputados de la Nación debate el proyecto de ley de medios presentado por el Gobierno. Horas de angustia le esperarán al país si prospera la iniciativa oficial, y no porque Clarín lo diga.

El proyecto que debate el Congreso en estas horas es una muestra más de que esta administración busca acrecentar sus espurios negocios, que con plena alevosía se desenvuelven dia a dia frente a los ojos de los ciudadanos, escudándose en la falsa defensa de los pobres, los desamparados y de aquellos a los que les secuestran la palabra como les secuestraron los goles.

En apenas un año de crisis económica, quedó demostrado que el crecimiento a tasas chinas que experimentó la economía desde 2002 fueron fuegos de artificio. Bastó un año de crisis para que las mejoras sociales acaecidas en estos siete años se desmoronaran a los niveles previos al estallido social de 2001. Y esto no es culpa de los monopolios mediáticos, sino de un Gobierno que jamás se preocupó, ni estuvo en sus intereses, modificar la estructura de la economía nacional y del Estado para evitar que volvieran a ocurrir las calamidades de principios de esta década.

Sin embargo, el Gobierno usa sin cesar a aquellos que dice haber sacado de la pobreza y devolverles la ilusión de un futuro mejor, y que por su irresponsabilidad a la hora de administrar los caudales públicos nuevamente arrojó al padecimiento de sus históricos males. Los responsables de este desastre social que vemos en estos dias no sólo son los que nos gobernaron en estos siete años, en el menemismo y en la dictadura, sino también de aquellos a quienes el título de opositores les queda demasiado grande. Genuflexos como pocos, mezquinos lamentablemente como muchos, dieron luz verde con su ineptitud y palabrerío estéril a la segunda ola de graves atropellos a las libertades civiles y al andamiaje democrático de la República en sus últimos 25 años de gobiernos civiles. Tan descarada fue su ineficiencia que se autodenominaron "oposición testimonial" hasta que fue demasiado tarde para oponerse a la maraña de negocios privados con bienes públicos que montó esta administración autodenominada "progresista".

Mientras tanto, el oficialismo procede con modales de elefante sobre todo lo que le resulta antipático. Los ministros se convirtieron en hábiles esgrimistas del insulto, el lenguaje soez y del discurso de barricada cuando deberían ser ejemplos, junto con legisladores, jueces y periodistas, de la reflexión serena y racional. ¿Qué más puede esperarse acaso de un gobierno que pasa más tiempo preocupándose por las encuestas, por las tapas de los diarios y por el fútbol que en resolver los serios problemas del pueblo? ¿Qué más puede esperarse de diputados y senadores que se preocupan por que sea su voz la que más retumbe en las bóvedas del Congreso para exaltar a las hordas de fanáticos que llevan a los balcones y comisiones para tapar las voces disidentes? ¿Qué más puede esperarse acaso de periodistas que, olvidándose de la ineludible responsabilidad crítica de la profesión, sirven de espadachines a sueldo para los oscuros intereses de los grandes monopolios?

Todas las disputas a las que asistimos son por dinero y poder. No hay en los discursos políticos de estos dias, salvo honrosas excepciones, defensa alguna de la libertad de expresión ó genuina preocupación por resolver las angustias de los argentinos sino por ver quién dispara primero y cómo se queda con los despojos de su enemigo. Peor aún: esas disputas de poder son presentadas como grandes cruzadas épicas en contra de aquellos que quieren transformar a la Argentina en un reino del terror mediático y del egoismo capitalista. Clarín miente, TN desinforma y la Sociedad Rural es angurrienta: eso es verdad. ¿Pero acaso no vivimos en un país que se rige por una Constitución liberal y que, como tal, permite la expresión y la defensa de intereses tan inconfesables como los que se denuncian? Por eso están acertados también los que dicen que tanto la nueva ley de medios como las retenciones a las exportaciones son fascistas: las voces críticas, motivadas por el interés que sea, y las ganancias extraordinarias de ciertos secores económicos, más allá de qué tan concentrados estén, claramente deberían ser resquicios permitidos por el Poder.

Según esta visión, que claramente puede deducirse de los actos de este gobierno, las libertades no son inherentes al hombre sino concesiones que hace la autoridad. Es el Estado el que decide cuánto gana el campo y a quién se le van a entregar los fondos de las retenciones; el que decide cuánto ganará la industria gracias a la controlada devaluación del peso; el que decide cuánto ganará el comercio gracias a los marciales controles de precios y aprietes de Guillermo Moreno. Es el Estado el que decidirá, de aprobarse la ley de medios, quién y hasta dónde podrá hablar en radio y televisión merced al draconiano desguace de los multimedios, la mayoría del Poder Ejecutivo en la futura autoridad de control y los hasta hoy discrecionales repartos de publicidad oficial y accesos a la información pública. ¿Cómo los medios no van a desinformar si nadie en el Gobierno atiende los teléfonos cuando un periodista llama para preguntar o confirmar un dato? ¿Cómo podrán los medios reflejar la tan anhelada visión oficial de esa Argentina sin inflación, sin pobres, con crecimiento económico y empleo si se miente con las cifras del INDEC y si la comunicación oficial está en manos de dos personas que prefieren la cadena nacional ó el "contacto directo con el pueblo" porque desconfían de lo que dicen las "letras de molde"?

Por supuesto que los gobernantes pueden discrepar, enojarse y expresar esos sentimientos en público respecto a lo que se dice en los medios, pero lo que se vive en estos últimos seis años respecto a la prensa es ya demasiado. Particular indignación produjo la respuesta del ex presidente Kirchner al periodista de Clarín que le preguntó por su patrimonio y su pensión. Tiene razón el ex presidente cuando afirma que eso "es problema mio". Sin embargo, olvida que se trata de un ex funcionario público que recibe fondos del Estado y tiene obligación de responder públicamente por el desmesurado incremento de su patrimonio y lo que hace con la jubilación de privilegio que le pagamos todos los argentinos que aún soportamos la descomunal presión impositiva de la era K. Por más que le pese al señor Kirchner, tanto la señora de Noble como el señor Magnetto no son funcionarios y ganan su dinero en actividades privadas, por lo que sólo deberán rendir cuentas de sus actos ante la Justicia, no a la ciudadanía, de existir la más mínima sospecha de irregularidad en su desempeño económico.

Es momento de mirar qué se está haciendo con nuestro país y luchar para vivir en libertad. El desánimo de estos tiempos es el aliado perfecto para el poder político, que busca desde tiempos inmemoriales pueblos sumisos y callados. Las nuevas teconologías, como este blog, permiten expresarnos sin permiso de nadie a los que a ellos podemos acceder. Pero debemos mirar más allá de nuestra cómoda situación y luchar en beneficio de aquellos que no tienen esta oportunidad. Para que, como dijo el diputado Bonasso en la Cámara hoy, los grandes medios puedan hablar de inseguridad, pero que los campesinos del noroeste y noreste de la Argentina puedan hablar de la marginalidad, desocupación, destrucción de modos de vida y transporte que los integraban con poblaciones aledañas y lejanas.

domingo, 13 de septiembre de 2009

El Zen y la Bruja


Coche La Brugeoise serie 1 (1915)

En febrero de 2004, intenté tomar clases de karate en el gimnasio al que concurro habitualmente. Conocer una forma de ver el mundo bastante diferente a la mia era todo un reto en aquel entonces: recién salido de la secundaria, hiperactivo, controlador al máximo, simplemente no podía concentrarme. Me la pasaba mirando lo que hacían los otros socios en los aparatos, lo que ocurría en la recepción, la ropa de los transeúntes: nada más inapropiado para una clase en donde hay que estar atento a lo que dice el Sensei, y obviamente al puño del adversario.

Sumado a que no practicaba en mi casa las técnicas aprendidas en clase, ya que de tan cansado que llegaba me duchaba y luego me ponía frente al televisor a ver series de los 60 en el cable, mi desempeño en el dojo no era el mejor. Una tarde, el Sensei notó mi distracción y me dijo una frase que no olvidaré jamás: "cuando se come, se come. Cuando se duerme, se duerme".

En estos días, esa frase sonó insistentemente en mi cabeza. Estoy planeando la construcción de un modelo a escala de un coche La Brugeoise serie 1 de la línea A del subte de Buenos Aires. Como el diseño de carrocería original (el que yo replicaré) ya no existe gracias a que los trenes fueron reformados a su aspecto actual en 1927, debo basar mi reconstrucción en fotografías, relatos de viajeros de aquel entonces (difícil que alguien se acuerde con sumo detalle cómo era el interior de las Brujas entre 1913 y 1927), y una activa imaginación. Las vistas y el viajero ya los conseguí; la imaginación también.

El gran problema es que la imaginación no siempre se comporta como uno necesita ante retos tan demandantes como al que la vengo sometiendo desde hace meses. Amigos, parientes que ya no están, programas de televisión, películas, citas literarias, brillantes ideas para posts del blog que nunca escribo por mi inevitable tendencia a postergarlo todo, el ruido del subte, música: cosas que pueblan mi mente y que no me dejan concentrarme en la Bruja. Hasta que, haciendo un tremendo esfuerzo, lo logro.

Y ahi viene el gran reto: dejar de pensar en la Bruja. Quiero pensar en otra cosa, en una persona, y no puedo. Aparece la Bruja, con su aspecto en blanco y negro de la Belle Époque que las vio nacer, el ruido de sus motores y frenos en el superpoblado subte Anglo de 2009, en donde siguen andando con 95 años a cuestas. Ahi está la Bruja, quitando de mi mente toda otra cosa que no sea sus ansias de renacer en su forma original. Patalea, grita, se mueve dentro de algún útero cerebral que crece cada día más.

El viernes terminé los planos, mañana empiezo a acopiar los materiales. Pronto comenzará la etapa más complicada de la gestación, y a no descansar hasta el parto. Y luego, ver que funcione: que corra por la vía, que pueda cambiar de camino sin descarrilar ni matar a nadie, que su suspensión resista los desniveles, que sus motores no se quemen en la mitad del viaje, que no opte por prenderse fuego antes de que cumpla tantos años como sus antecesoras de verdad, que quiera ser de verdad. No se conformará con transportar aire en sus lujosos interiores: querrá crecer y llevar gente, servir de modelo para una nueva Bruja serie 1 que podría montarse en el chasis del coche 43, que se incendió hace nueve años en Primera Junta. Querrá volver a Polvorín, el hogar de sus hermanas mayores. Y habrá que dejarla ir, para no defraudar al Sensei.

lunes, 17 de agosto de 2009

De vacaciones en el mundo real


Estación Primera Junta
(Por Cristian O. Arone para Wikipedia)

La semana pasada, el transformador de mi notebook dijo "basta". Tras un año de trabajar, como mínimo, doce horas diarias, el pobre aparato resolvió hacer paro por tiempo indeterminado. Lo sacudí, lo dejé caer desde mi metro ochenta y uno de altura, pero no hubo caso.

Asi que llevé la máquina al service, a una cuadra de la estación Emilio Mitre del subte E. Cuando salí del local, resolví caminar hasta Primera Junta: la entrada de la E en Parque Chacabuco se veía amenazante, un prolegómeno al vacío y al silencio de la línea violeta. Yo quería conocer un poco más Caballito, ver a las Brujas y conocer el taller Polvorín, por lo menos desde la vereda. Al pasar por su puerta, interrumpió mi paso la zorra Federica, que remolcaba uno de los coches de la Asociación de Amigos del Tranvía. Me enteré más tarde que lo estaban por subir a un camión: era requerido en Luján para el rodaje de una película. En las naves del enorme galpón que construyera la Anglo para albergar los trenes de su tranvía subterráneo, las legendarias Brujas, estaban los coches del subte esperando reparaciones. Cuidadosamente alineados, limpios todos, salvo una pobre dupla Siemens que llevaba años ahi tras abandonar la línea C.

Después de caminar unos minutos más, me topé con la rampa en Rivadavia. Primera Junta estaba cerca. Ya se veían los azulejos bordeaux, y pronto sentí el olor del lapacho quemado de los frenos de los coches de la línea A, que me daba la bienvenida en mi regreso al mundo analógico. Hacía poco que habia dejado mi notebook en el taller; a riesgo de ser políticamente incorrecto, debo confesar que sentí un placer secreto al dejarla allí. Se terminaba casi un año de pasar mis tardes en la cama, inmóvil frente al LCD, la droga de este siglo. Estaba de vuelta en el mundo, sin querer volver a casa, con ganas de explorarlo todo sin usar una pantalla o un teclado.

Di varias vueltas por las escaleras de la estación. Quería sacarle fotos a un tren estacionado en la via 3, pero me confundi y terminé en la dos. Asi que a subir, y a aprovechar para espiar tras los tablones la nueva salida hacia Rojas. Cuando pisé el andén a Plaza Mayo, el tren aceleró y se metió en las fosas que están en medio del túnel. Pero bueno, todavía me quedaba el viaje hasta Lima. Llegó el tren y me acomodé en la salita de adelante, con la espalda retorcida para poder mirar el túnel. A medida que avanzaba hacia el Centro, la formación se llenaba. La salita es el lugar más codiciado de la formación, asi que me invadieron chicos y grandes en mi pasatiempo de observar los paratrenes y escuchar el traqueteo de la palanca aceleradora., matizado con la ocasional puteada del motorman si llegamos a enganchar una antena. Con el lapacho se mezclaron perfumes de toda índole, algunos francamente repugnantes. Pero mi bolso estaba vacío: la computadora se había quedado allá.

Después de una hora en tren, llegué a casa. No tener la notebook ya no parecía un plan tan estimulante: el síndrome de abstinencia empezaba a trepar por mi pierna izquierda, hasta que la desesperación hizo que me tirara sobre la máquina del estudio. Pero esta hay que compartirla, y con eso vienen los gritos y el egoísmo desbocado, que sabe que tras de sí vienen el aburrimiento y el insomnio. Y estoy solo en mi habitación, pero ahi están mis discos y mis libros. Abro "Amuleto", de Roberto Bolaño, que tengo en mi mesa de luz desde principios de marzo esperando ser terminado. Retomo la lectura y no entiendo nada. No porque no me acuerde, sino porque las palabras se evaporan apenas tocan mi mente. Escucho en los recovecos de las letras melodías que crujen al paso de mis ojos y estoy hipnotizado. Si me preguntan, no sé que lei, pero tengo la certeza de que algo escuché, una música secreta enunciada por miles de voces que viven en las páginas del libro y que no me dejan dormir. Mi cabeza es una plaza y todo el mundo grita: la literatura hace que mi cabeza grite hacia adentro y que los sonidos retumben. Leer siempre fue una maravillosa experiencia auditiva para mi, casi alucinógena.

La computadora no está. Recién el miércoles tendré noticias de si hicieron la reparación que necesita. Menos mal que mi tio me da el dinero para pagarla, porque si no la pobre hubiese dormido en un cajón durante meses. ¡Momento! Está la televisión. Siempre estuvo, pero la notebook la confinó a proveer ruido de fondo mientras ella se encargaba de mostrar el espectáculo del mundo digital, que no tiene frituras ni zumbidos magnéticos, en donde siempre es de dia y hay sol y nunca hace frío. En el mundo digital el pasado es algo ilusorio, más aún que en el mundo real. Es el reino del presente permanente, oxímoron sobre el que se asienta la posmodernidad. Pero la tele anda y vuelven a brillar Marlene Dietrich, Mirtha Legrand, los Simpsons y Katherine Hepburn haciendo de Violet Venable en Suddenly last summer. Y Sartre, que no se cansa de hablar y de fumar en el canal Encuentro. Y allí voy yo maravillado, de la mano de una amiga que hacía meses que no veía: la concentración.

El jueves vuelve la notebook. Tendré que ir con el bolso vacío hasta Emilio Mitre, que es igual a Medalla Milagrosa y Varela, y era parecida a Plaza de los Virreyes hasta que la pintaron de azul oscuro. Volveré con el bolso ocupado por la máquina, que a través de la correa del morral me guia con su mano en mi hombro. Y volveré a Polvorín, a Primera Junta y a los Brugeoise, prometiéndome a mí mismo que defenderé Madrid del mundo digital y que no me olvidaré de todos los analógicos que visité en estos días. Sé, también, que tarde o temprano volveré a caer. Tendré que hablar con mi terapeuta para que me enseñe a llevar una relación adulta con mi notebook.

miércoles, 24 de junio de 2009

¿Pino segundo?

Pino Solanas
(Fuente: Proyecto Sur Rosario)

Según las últimas encuestas difundidas, Pino Solanas, cineasta y candidato a diputado por Proyecto Sur, obtendría el segundo lugar en las elecciones en la Capital, desplazando a Alfonso Prat-Gay del ACyS.

Varias razones pueden enumerarse para explicar este fenómeno. Por un lado, el propio Pino sostuvo una militancia y un compromiso con sus ideas desde, por lo menos, la década del '60. Su obra cinematográfica primero, y su actividad en la vida pública después, son un muestrario de ideas de las que nunca abjuró mientras el resto de la clase política disfrutaba la fiesta menemista. Cuando el patrimonio público se remataba a precio vil, la de Pino era una de las pocas voces que se escuchaban denunciando tremendo latrocinio al tejido social argentino, incluso a costa de su propia integridad física. En una época de sindicalistas de traje que veraneaban en Egipto con tarjetas de lujo, Pino no dudó en denunciar que miles de compatriotas se quedaban sin trabajo y eran condenados a la miseria más abyecta. Se puede estar de acuerdo o no con las ideas de Solanas, pero no se puede ignorar su compromiso con ellas ni con su país.

Por otro lado, vienen las razones coyunturales. Según los analistas políticos de los grandes diarios, la elección de Carlos Heller (banquero cercano al Partido Comunista) como candidato del kirchenrismo porteño alejó a los tradicionales votantes justicialistas del espacio K. Estos ciudadanos encontraron en Pino una voz que, si bien desde la izquierda, incorporó en sus propuestas muchos de los postulados originales de peronismo.

También recibe Proyecto Sur a los electores radicales que han quedado desencantados con la figura de Alfonso Prat Gay, quien tras el debate del miércoles pasado en "A Dos Voces" acentuó su parecido a un candidato del Pro que a un discípulo de Raúl Alfonsín. Incluso el propio Solanas repite desde hace tiempo, y se lo dijo en la cara la semana pasada, que Prat Gay viene de la Banca Morgan y que propone volver a los '90 y al FMI. En el huérfano electorado progresista de la Capital, esto obviamente sonó encantador.

Pino definitivamente tiene asegurado el tercer lugar, ya que la distancia con Heller es irremontable. Además, Kirchner no puede traccionarle votos a su candidato en Capital: sus apariciones en este distrito pueden contarse con los dedos de una mano por la sencilla razón de que K produce un rechazo muy fuerte en el electorado porteño. Heller, para colmo, tiene que justificar todo lo que ha hecho el Gobierno Nacional en seis años, y que los porteños no le perdonan. ¿Cómo ganar en un distrito que ha sido acusado de "soberbio" y de "votar como en una isla" por Alberto Fernández en 2007, o de hogar para los oligarcas de las ciudades en 2008? ¿Cómo triunfar en Capital cuando la candidata Michetti es la que mayor intención de voto tiene, y además proviene de una fuerza que desde que gobierna no hace más que denunciar los obstáculos que el gobierno K le pone? Si vemos las encuestas, la mayoria de los porteños le creen al Pro. El argumento que dice que "la oposición podría ganarle a Macri si fuese unida" es impracticable: Pino, Prat Gay y Heller no son compatibles.

¿Pino segundo? Es muy probable. Sólo lo sabremos con certeza el domingo a la noche.

lunes, 22 de junio de 2009

Devaluar o no devaluar



Desde hace varios meses circula insistente el rumor de que, tras las elecciones legislativas, el Gobierno anunciará una nueva devaluación del peso.

En 2002, tras once años de convertibilidad, Argentina decidió desvalorizar su moneda para poder corregir los graves desequilibrios macroeconómicos que aquejaban a su economía: el tipo de cambio 1 a 1 favorecía la importación de productos extranjeros en desmedro de la producción y el empleo nacional, además de obligar al Gobierno a un delicado equilibrio en las medidas que tomaba para poder sacar al país de la recesión. En un esquema de tipo de cambio fijo, la cantidad de moneda en circulación ("oferta monetaria" en sus diferentes medidas) no puede ser determinado por el Banco Central a través de la política monetaria. Por ejemplo, cuando la economía amenaza con enfriarse, países como Estados Unidos o Brasil simplemente recortan la tasa de interés para aumentar la cantidad de dinero que se presta a través de los bancos, además de hacer más atractivos los créditos al consumo (los famosos "planes de cuotas"). Si al consumidor se le cobra menos recargo por usar la tarjeta de crédito o por comprar un lavarropas en cuotas,entonces estará más dispuesto a endeudarse para financiar sus gastos.

En cambio, en la Argentina de la Convertibilidad esto no era posible. Por ley, el Banco Central estaba obligado a entregar un peso por cada dólar que ingresaba al país y viceversa. Por lo tanto, la cantidad de pesos en circulación está fuertemente relacionada con la cantidad de moneda extranjera que entra a las arcas del Central. En un contexto de desconfianza y fuga de capitales como el de 2001, los "inversores" (categoría heterogénea que incluye desde a aquel que pone plata en la producción genuina de bienes y servicios, hasta los fondos buitres) se desprenden de los pesos que tienen y demandan dólares. El BCRA no tenía más remedio que entregarlos al precio que fijaba la ley, sin tener la posibilidad de dejar los pesos en circulación para estimular la demanda ya que eso contaría como "emisión sin respaldo", expresamente prohibida por la Ley de Convertibilidad: los dólares que respaldaban a esos pesos simplemente ya no están en el banco. De ahi vino el fenomenal robo de los ahorros privados conocido como "corralito" y "corralón", que aun hoy no encuentran justicia. En tal circuntancia, la única solución posible era devaluar.

Tras seis años de crecimiento económico récord de la economía, financiado especialmente por la cantidad de pesos que las autoridades monetarias pudieron poner en circulación al no tener la exigencia legal de respaldarlos con dólares ("tipo de cambio competitivo") estamos nuevamente frente a la disyuntiva de 2001: devaluar o no devaluar. En el período 2002 - 2009, la inflación, incluso según los cuestionados índices del INDEC, superó ampliamente el 100 % acumulado. Esto causó que el tipo de cambio nominal, hoy en 3,78 pesos por dólar, tenga menos poder de compra que lo que tenía, por ejemplo, en 2003 cuando registró ese mismo valor. Además, al encarecerse los productos nacionales gracias a la inflación, junto con el aumento del poder adquisitivo producido por las mejoras salariales y la recuperación de la economía nacional, aumentó la compra de bienes importados. A eso hay que sumarle un aumento sustancial en la presión tributaria, ubicada hoy en niveles récord y organizada de manera regresiva, afectando principalmente los ingresos de los pobres. A la estructura tributaria socialmente excluyente de los '90, se le sumaron impuestos a la producción como las retenciones a las exportaciones.

Por lo tanto, todos estos factores confluyen en renovados pedidos por más devaluación. Por un lado, a los industriales se les complica exportar si tienen una inflación interna elevada, un dólar casi fijo y un persistente aumento en las importaciones. Al campo también se le hace más difícil su labor: el nivel fijo de retenciones, combinado con precios de los granos en baja (o a niveles mucho menores que los récords de mediados de 2008) y costos internos en alza provoca mermas en la producción. Dado que el Estado no está dispuesto a resignar ingresos por retenciones, ni tampoco a embarcarse en ajustes al gasto público, la solución más simple que aparece a la vista es una nueva devaluación.

¿Qué efectos provocaría una nueva devaluación? Por un lado, los dólares que entran gracias al comercio exterior valdrían más en pesos. Eso significa un aumento inmediato en la recaudación por retenciones, Ganancias e Ingresos Brutos, además de mejorar la caja de los productores. Por otro lado, dada la larga historia inflacionaria argentina, los precios internos suelen acompañar la suba del dólar: más inflación. Como varias veces se reiteró en este espacio, los principales perjudicados por la inflación son los pobres: medidos en dólares, los sueldos se reducen al mismo tiempo que las ganancias de las empresas se multiplican por idéntica cantidad si facturan en moneda extranjera. Por lo tanto, se produce una impresionante transferencia de recursos de los sectores más pobres a los más ricos, empeorando la ya escandalosa distribución del ingreso. Mientras tanto, las empresas mineras, petroleras y pesqueras siguen girando divisas al exterior mediando sólo una declaración jurada sin control público. Las empresas ferroviarias y de transporte automotor siguen cobrando subsidios cada vez mayores para mantener funcionando servicios desastrosos, agravado por la inexistencia de un serio plan de reconstrucción del ferrocarril a nivel nacional.

Por ahora, los candidatos dicen que no habrá devaluación después de las elecciones. Permítaseme desconfiar de nuestro políticos.

sábado, 20 de junio de 2009

Chancho y glamoroso


Peña y uno de sus queridos cactus
(Fuente: Revista Gente, edición 2017, 16/03/2004)

¿Qué decir de Fernando Peña cuando él ya dijo todo de sí mismo? La pregunta surge inevitable cuando una persona hipertransparente muere. También nos interrogamos acerca de la veracidad de esa muerte, ayudados por la incredulidad de las primeras horas. ¿Murió Peña? ¿No será un acting más de este provocador nato? Esta vez no.

Él pidió que no lo lloraran, pero que tampoco "hagan una carnicería conmigo, como le pasó a Juan", dijo a la revista Gente en marzo de 2004, cuando su entrañable amigo Juan Castro falleció y su vida era carne de carroña de los medios. Entonces nos advirtió que él tenía todo preparado para el dia de su muerte y así fue. En las últimas horas vimos en la televisión sus últimas sesiones de quimioterapia, acostado en una cama de hospital con la panza hinchada y la cortina musical de los Almuerzos de Mirtha Legrand de fondo.

Peña no sólo dejó la filmación de sus últimas horas como testimonio de su lucha existencial, no sólo contra la enfermedad que lo aquejaba, sino contra los tabúes y la mediocridad de la sociedad. Sobre todas las cosas, trató de enseñarnos a mirar a nuestros alrededores y adentro nuestro para advertir nuestra fragilidad, nuestros miedos y, finalmente, pelear contra eso. Con sus permanentes acicateos, intentó evitar que nos hundamos en nuestra propia inmundicia.

Resumir la vida de Peña en unas pocas líneas sería imprudente y deshonesto. Entenderlo no fue para nada fácil, si es que alguno de nosotros puede jactarse de entender cabalmente a, por lo menos, una persona a lo largo de la vida. Sin embargo, Peña trató de entender y en esa lucha se le fué la vida. Así nacieron sus criaturas, a las que les han decretado la muerte junto a la de su creador. Como muchas veces aclaró, las criaturas tienen vida propia y están más cerca nuestro de lo que creemos. La Mega, Palito, Revoira Lynch y todos los demás siguen errando por el mundo. La única diferencia es que quien los alumbraba con un gigantesco reflector ya no está. Quizás el mundo, a partir de la ida de Peña, será un lugar más cómodo para vivir sin su aguardentosa voz recordándonos los sinsabores de la existencia. Seguramente, el mundo será a partir de ahora un lugar más mediocre que antes.

No tuve el placer de conocerlo personalmente, aunque siempre adherí con Fanny Mandelbaum cuando decía que Peña no era el monstruo mediático que construyó, sino un ser repleto de amor y ternura. Algo dentro mio me decía que Fanny tenía razón, y creo no haberme equivocado. ¿Cómo recordarlo? Eso depende de cada uno de nosotros. Yo me quedo con una frase que dijo en el programa Tiene la Palabra en 2007: "soy chancho Y glamoroso". Después, sólo queda ese silencio dramático en el que el público espera que pase algo, cuando en realidad nada pasará.

Entre amigos
De izquierda a derecha: Juan Castro, Claudio "La Clota" Lanzetta, Ronnie Arias y Fernando Peña
(Fuente: idem foto encabezado)