martes, 6 de mayo de 2008

El chico del Subte

En un vagón de la línea C del subterráneo porteño, dormía un chico sobre los asientos de pana azul. Se cubría con un pantalón de gimnasia desflecado en las botamangas, y usaba su buzo a modo de frazada. Nada tapaba su pecho ni sus rodillas, gastadas de tanta baldoza fría. Su cara, apoyada contra la pared del tren, era invisible.

Los pasajeros subieron al tren en la estación Retiro. Algunos niños y adultos miraban al chico con horror. Las miradas de compasión se mezclaban entre el asco y el morbo que sentían la mayoría: el espectáculo de la miseria humana, es sabido, convoca multitudes.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la población de Londres se refugiaba de las bombas nazis en los túneles del Underground. Como aquella bala que mató a Kennedy y a otros tantos en el cuento "In memoriam J.F.K" de Borges, los proyectiles alemanes se transmigraron en miseria, hambre, desprotección, negligencia y abandono. ¿Hace cuánto que el chico del Subte vive en su hogar rodante en donde, por lo menos mientras la red está abierta, no pasa frío? ¿Cuántos viajes de Retiro a Constitución habrá hecho su tristeza?

Cuando cae la noche, las fieras salen a la calle. ¿En dónde dormirá en estas heladas noches de mayo? Quizás en algún taller, o en el mismo vagón que lo cobijó durante el dia. Los que tiene que velar por que no haya ni chicos ni grandes en esta situación, ¿dormirán, acaso, en paz?

No hay comentarios: