jueves, 15 de mayo de 2008

Reflexiones sobre la metáfora

La metáfora es un extraño espejo. Como es sabido, los espejos pueden mostrarnos rasgos accidentales: si estamos bien afeitados o si el nudo Windsor de nuestra corbata está bien hecho. Pero, ¿alguien ha visto su esencia en un espejo común y corriente?

Si tomamos a un extremista de lo esencial como Jorge Luís Borges, la metáfora no es un mero juego de palabras. Como dice en su cuento “El otro”, él ha desistido de encontrar nuevas metáforas; se concentra en las que “corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado”[1] Según indicara en una conferencia en la Universidad de Nueva Orleáns en 1982, es probable que “tan sólo hubiera cuatro o cinco metáforas -vínculos- esenciales”[2]: el tiempo y el río, la vida y el sueño, el sueño y la muerte, las mujeres y las flores.

Si bien en la citada conferencia Borges da ejemplos sobre cada una de las “metáforas esenciales”, durante su vida aventuró también algunas líneas que encajan en esas categorías y otras que pertenecen a temas distintos. Su ya mencionado cuento “El otro” es un espejo íntimo en el que un Borges mayor se encuentra con un Borges menor y en el que se mezclan todos esos espejos esenciales de los que hablaba el gran escritor. El tiempo se ve a sí mismo en el gris río Charles cuyo fluir, repleto de trozos de hielo, contempla Borges desde un banco. El río es la vida, nuestro tiempo en este mundo que se nos escapa como la arena o el agua entre las manos, tan volátil como los sueños.

La vida es sueño y de sueño está hecha la vida. Y es así como el Borges anciano, que contempla el fluir incesante de sus días, se encuentra con un Borges de unos veinte años que se sienta a su lado. Hablan sobre literatura, sobre la vida de ambos, y se intercambian un billete norteamericano fechado en 1974. Borges anciano sabe que conversó con el otro en la vigilia, lo que hace que el recuerdo de este encuentro lo atormente. En cambio, el Borges joven conversó con el Borges anciano en un sueño, por lo que pudo olvidar la reunión. Soñó el joven la fecha del billete, que es lo único en el cuento que realmente lo horroriza.

Saber, como el filósofo inglés George Berkeley, que nuestra existencia es un sueño de Dios, y que cuando Él deja de soñarnos nos morimos, es aterrador. El Hombre refleja esta habilidad divina con sus creaciones literarias: “la literatura es un sueño dirigido”, dijo Borges alguna vez. La literatura es una metáfora de la Creación.



[1] Borges, Jorge Luís, “El otro”, en “El libro de arena”, Alianza Editorial, Barcelona, marzo de 1998, página 15

[2] Borges, Jorge Luís en “Magia pura”, http://sololiteratura.com/bor/bormagiapura.htm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente. Siempre me pregunté cuáles eran las famosas pocas metáforas que, según Borges, realmente existían.

Saludos.