sábado, 5 de julio de 2008

Cuestión de cáscaras II


Fotografía tomada por Pedro Ignacio Guridi. Obtenida de Wikimedia Commons bajo licencia de uso Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0

Tras más de quince horas de debate, la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto del ley del oficialismo que convalida la resolución 125 del Ministerio de Economía, que impuso el cuestionado régimen de retenciones móviles para el agro. Después de años de ostracismo de la vida republicana, el Congreso pareció recuperar vida en una maratónica sesión que, vaya novedad, no fue para votar que se deba vender yerba mate sin palo, sino algo importante para los destinos de la Nación.

Sin embargo, la sesión que acabamos de presenciar en vivo y en directo por las señales noticiosas no hizo más que mostrar que el Parlamento sigue siendo un cascarón vaciado, no vacío, de contenido. Es sabido que, en las encuestas de imagen de las instituciones sociales, el Congreso ocupa uno de los últimos lugares en la confianza de la sociedad. ¿Cómo ocurrió esto?

Puede enumerarse una vastedad de causas para explicar esto: descenso del nivel general de los debates, inactividad en el recinto (el Congreso no llegó a sesionar más de diez veces durante todo 2005, año electoral, cuando debería hacerlo una vez por semana como mínimo), bastardeo de parte de otros poderes del Estado, como un Ejecutivo que deglute con avidez las atribuciones que la Constitución le otorgara. Pero hay una causa que es menos reconocible: el poco o nulo interés noticioso que reporta la información parlamentaria.

Los medios suelen tener periodistas acreditados ante el Parlamento, pero rara vez trasciende la información que recopilan nuestros colegas a las primeras planas de los diarios o al éter. Antigüamente, los diarios incluían una sección que se llamaba "crónica parlamentaria", en donde se brindaba al lector un detalle pormenorizado que le permitiía hacer un seguimiento más o menos preciso de la actividad de los diputados y senadores. Pero seguimiento al fin.

Hoy, los medios están invadidos de información que compete a los otros dos poderes del Estado: declaraciones de la Presidente, ministros, secretarios (Poder Ejecutivo) o casos policiales de diversa índole y truculencia (Poder Judicial). Más aún, todavía se publican en los clasificados de algunos diarios sentencias judiciales. ¿Por qué la información parlamentaria no trasciende?

Se suele argumentar que a la sociedad no le interesa lo que pasa en el Congreso. Pues debería interesarle: hay cosas que deben ser publicadas más allá de mediciones de audiencia o readership porque hacen al funcionamiento mismo del sistema. Si la democracia, en un sentido lato, implica la elección de representantes a través del voto popular, ¿con qué herramientas los elegirá el pueblo si no conoce ni sus ideas ni sus proyectos, sino slogans publicitarios? Sin información precisa no puede funcionar una democracia que se precie de tal, ni mucho menos una república. Así los argentinos seguiremos padeciendo "hiper-presidentes" que se devoran a las demás instituciones creadas por la Constitución.

Por supuesto que la culpa no la tienen sólo los medios: a los políticos tampoco les conviene que el pueblo sepa de qué se trata. ¿O acaso les conviene a nuestros representantes que el pueblo vea cómo leen el diario, duermen o toman café a expensas del dinero público mientras un colega hace uso de la palabra? ¿O que el pueblo sepa las corruptelas, los "nariguetazos" e incidentes sexuales que se cometen en los despachos? Por supuesto que no: un pueblo desinformado es tierra de cultivo de los grandes males que como sociedad nos aquejan desde hace generaciones.

Lo que no se ve en los medios no existe, dicen los teóricos de la comunicación. El problema está en que, para reflejarse en los medios, primero se debe tener existencia propia; el aire es invisible a los espejos.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que una de las peculiaridades que vamos tomando como habitantes (no como ciudadanos) es un profundo concepto de "otredad". Con esto quiero decir, la sensación de que hay un país de unos y de "otros" en donde los otros somos nosotros, el pueblo que no gobierna. En donde llegamos a creer que las decisiones que se toman de alguna manera no nos rozan ni nos afectan. Por supuesto que no es así, pero de alguna manera formamos una coraza protectora ante aquellas cosas que nos son vedadas. No tengo acceso a formar las decisiones políticas por lo tanto busco la manera de que éstas no me afecten. O si me afectan, no son mi responsabilidad. La culpa la tiene alguien distinto a nosotros. A veces parecemos víctimas del dicho "si ves a alguien que sonríe cuando todo va mal es porque encontró a quién echarle la culpa". El problema es que si seguimos con esta actitud, los que van a seguir sonriendo son los gobernantes, porque nos van a poder echar la culpa de haberlos votado.

Denis Fernández dijo...

Buenas,
cuántas veces uno dice "si yo fuese el Presidente de los argentinos, haría..." Ponernos en la piel de los que toman las riendas de nuestro país y deciden por nosotros, no se sólo decir este tipo de cosas. Sino que hay que empezar por uno mismo a obrar distinto.

Con respecto a alguna nota que me haya gustado que escribiste, me acuerdo de una de las que pude leer: la de la colifata. Si te fijaste en mi blog subí dos notas de este lugar al que visitamos aquella vez. Hice una entrega de dos partes y a la gente le gustó este tema. Recuerdo que lo que habías escrito vos era muy interesante y creo que va a gustar.
Con respecto al premio, si querés lo subís a tu blog y elegís otros 7para regalárselo, pero es cuestión propia, si no te van esas cosas no lo subas. Es bueno que reconozcan lo que hacés y como esto viene de personas ajenas, vale.
Saludos!